En el corazón de Afganistán, una nación marcada por la guerra y famosa por sus dificultades, especialmente para las mujeres, descubrí consuelo y empoderamiento a través del deporte. Soy Khalida Popal, cofundadora y exjugadora del equipo nacional de fútbol femenino de Afganistán. Hoy dirijo la Organización Girl PowerLink is external (Poder femenino), una fuente de esperanza y empoderamiento para mujeres y niñas de todo el mundo.
Al crecer en un entorno dominado por los hombres y devastado por la guerra, el deporte se convirtió en una potente herramienta de activismo. Nosotras, como mujeres, aprovechamos la fuerza del deporte, especialmente del fútbol, para romper estereotipos e inspirar a las jóvenes a soñar más allá de sus circunstancias.
En nuestro viaje, el fútbol demostró constantemente su capacidad para unir a las personas, independientemente de su idioma, religión u opiniones políticas. En la cancha, quienes jugaban compartían un lenguaje común de amor y unidad, borrando las divisiones que plagaban nuestra sociedad.
El fútbol se convirtió en una vía de escape, una oportunidad para saborear la libertad, aunque solo fuera durante unas horas en nuestros entrenamientos. Proporcionó una plataforma para crear una hermandad, desafiando las limitaciones sociales que restringían a las mujeres a las cocinas y no a los estadios deportivos. Este movimiento condujo a formar la selección nacional de fútbol femenino de Afganistán, que marcó un momento histórico para las mujeres del país.
Utilicé el fútbol para dar voz a quienes no la tenían y para desafiar las normas sociales, pero con el tiempo me enfrenté a amenazas que me forzaron a abandonar mi país y convertirme en refugiada en Europa.
En los años siguientes, la palabra “refugiado” se convirtió en un título de peso. Como muchas otras personas, me encontré navegando por el laberinto de retos que supone integrarse en una cultura y un país nuevos.
Mi pasado – su idioma, sus costumbres y el calor de mi comunidad – se convirtieron en recuerdos lejanos. Fue una pérdida profunda, como desprenderme de una parte de mí misma. La pérdida se extendió más allá del ámbito personal y llegó al profesional cuando no pude encontrar un lugar para la educación y las habilidades que había traído de mi país. Las barreras lingüísticas y la lucha por que se reconocieran mis aptitudes obstaculizaron mis esfuerzos por reconstruir un sentido de propósito e identidad a través de un empleo significativo.
Los malentendidos, los prejuicios y la discriminación amenazaron con aislarme, a mí y a otras personas como yo, de las mismas comunidades a las que anhelábamos llamar hogar.
A pesar de estos obstáculos, el deporte volvió a desempeñar un papel fundamental para ayudarme a establecer mi propia comunidad. Me ofreció una plataforma para compartir mis aprendizajes y experiencias, permitiéndome devolver algo al país que me había ofrecido cobijo y protección.
Basándome en mis experiencias de Afganistán y en mis conocimientos sobre el uso del fútbol para el desarrollo, nació en Dinamarca la Organización Girl Power, continuando la misión que comenzó en Afganistán.
En la actualidad, Girl Power ofrece mentorías, educación y oportunidades deportivas a mujeres y niñas refugiadas, ayudándolas a integrarse en sus nuevos hogares en la Unión Europea, el Reino Unido, África, Australia y Oriente Medio. La organización fomenta un sólido ecosistema de hermandad, conectando a mujeres de todo el mundo.
Es un movimiento liderado por mujeres francas, audaces y rebeldes. Defendemos los derechos humanos, denunciamos la injusticia y amplificamos las voces de quienes no pueden hablar por sí mismas. Desafiando el statu quo, experimentando y abrazando nuestras diferencias, nos enorgullecemos de ser agentes de cambio positivo.
Uno de los logros de los que nos sentimos más orgullosas fue la exitosa campaña para evacuar a las selecciones nacionales femeninas absolutas de fútbol y juveniles de Afganistán, junto con sus familiares, en 2021, durante un periodo tumultuoso en el país.
Al compartir mi viaje personal, pretendo inspirar a otras personas que han pasado por viajes similares y utilizar mi historia como ejemplo de cómo las personas refugiadas pueden contribuir y añadir valor a sus nuevas comunidades cuando se les da la oportunidad y el apoyo necesarios para sentir que pertenecen a ellas. Espero que historias como la mía lleguen a los responsables políticos y a los órganos de gobierno. Mi aspiración es que se centren e inviertan, no en construir barreras y muros para mantener fuera a los refugiados, sino en fomentar sociedades más inclusivas.
Descubrí mi propósito a través del fútbol, y he estado utilizando mi plataforma para desempeñar un papel significativo en el mundo, participando activamente en la búsqueda de soluciones mientras reconozco los retos a los que me enfrento como mujer y como refugiada.
Si estás leyendo esto y aún no has encontrado tu propósito en la vida, considera la posibilidad de dar este sencillo paso: reflexiona sobre causas o temas que te importen, que te apasionen. Después, piensa en cómo tu pasión puede contribuir a un cambio positivo y a soluciones dentro de la comunidad en la que vives. Alineando tu pasión con un propósito mayor, puedes embarcarte en un viaje que no solo te llene a ti, sino que también tenga un impacto significativo en el mundo que te rodea.
Este artículo fue escrito para ACNUR por Khalida Popal, Fundadora y Directora General de la Organización Girl Power.