Esta semana, mientras se cumplen tres años desde que inició la invasión rusa a gran escala de Ucrania, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, le recordó al mundo que no hay día en que los incesantes ataques aéreos no arrebaten vidas, causen heridas o provoquen desplazamientos.
“Tan solo en los últimos seis meses, más de 200.000 personas han sido evacuadas de las zonas del frente al este y norte del país”, precisó Grandi este lunes, día en que se cumplieron tres años desde que estalló la guerra.
Añadió que, en ese período, alrededor de 10,6 millones de personas han sido forzadas a abandonar sus hogares. Si bien la mayoría huyó en las primeras etapas de la invasión rusa, los desplazamientos y el dolor no han parado.
Desplazamientos diarios
Muchas de las personas desplazadas en el este y norte del país llegan a los centros de tránsito antes de recibir ayuda para encontrar albergues temporales en edificios públicos, que solían tener otro uso y ahora se conocen como “sitios colectivos”.
Serhii Zelenyi, de 59 años, fue evacuado recientemente en un autobús y llevado a un centro de tránsito en Pavlohrad, al este de Ucrania, para protegerlo de los bombardeos que día con día azotan su ciudad de origen, Pokrovsk, que se ubica en la zona del frente en la región de Donetsk, a 130 kilómetros de la frontera con Rusia.
“La situación en Pokrovsk es muy dura. Los drones revolotean por la ciudad todos los días, desde que amanece hasta que cae la tarde”, narró Zelenyi. “A veces pasaban dos horas sin que ocurriera nada; luego, empezaban los bombardeos nuevamente. Era insoportable”.
Este hombre, que realiza trabajos de mantenimiento y es agricultor a pequeña escala, fue una de las personas que más demoró en abandonar el vecindario, tras concluir que no era factible seguir viviendo en un sitio donde el peligro es constante, donde escasean los alimentos, el agua y la electricidad, y donde es prácticamente imposible salir de casa en todo el día.
Al llegar a Pavlohrad, la Agencia de la ONU para los Refugiados le proporcionó ropa y ayuda en efectivo por conducto de sus socios locales. Ahora, Zelenyi se pregunta qué le depara el futuro. “Lo perdí todo”, recalcó. “Debo empezar de cero”.
Agotamiento extremo
Historias como la de Zelenyi son comunes, según Alyona Sinaeva, una psicóloga que colabora con Proliska, socio de ACNUR en Pavlohrad. Sinaeva comentó que quienes llegan de las zonas en el frente “presentan estrés agudo porque provienen de ciudades en las que constantemente hay enfrentamientos”.
El centro ofrece un lugar seguro para las personas traumatizadas por la guerra. Por su parte, Proliska y otros socios de ACNUR distribuyen ropa, ayuda en efectivo (para la adquisición de artículos esenciales) y kits de higiene; asimismo, brindan apoyo psicosocial y ofrecen asesoramiento legal.

Las personas desplazadas en la región de Donetsk pueden guarecerse en el centro de tránsito en Pavlohrad. © ACNUR/Nikola Ivanovski
“Aquí pueden llorar y tranquilizarse. Son emociones que no se habían permitido sentir hasta ahora”, comentó Sinaeva. “Estas personas están agotadas. Las agotó la guerra. Todo el mundo está agotado”.
Han pasado tres años desde que comenzó la invasión rusa a gran escala de Ucrania, y once años desde que estalló la guerra al este del país y se dio la ocupación de Crimea. En ese contexto, la destrucción y el desplazamiento hacen parte de la cotidianidad. Se estima que 12,7 millones de personas – es decir, un tercio de la población que ha permanecido en Ucrania – necesita asistencia humanitaria.