GINEBRA – ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está profundamente preocupada ante el recrudecimiento de los ataques contra aldeas y la rápida expansión del conflicto hacia distritos previamente seguros, que ha obligado a decenas de miles de personas a huir en el norte de Mozambique. Solo en las últimas dos semanas cerca de 100.000 personas han sido desplazadas forzosamente. Si bien las necesidades van en aumento a una velocidad sin precedentes, la capacidad de los actores humanitarios y gubernamentales no logra mantener el mismo ritmo, y los esfuerzos colectivos siguen siendo insuficientes para responder a la magnitud de la protección y asistencia requeridas sobre el terreno.
Las personas que logran ponerse a salvo relatan que tuvieron que escapar presas del terror cuando grupos armados irrumpieron en sus aldeas —a menudo de noche— incendiando viviendas, atacando a civiles y obligando a las familias a huir sin nada. Muchos describen huidas caóticas, con padres que pierden a sus hijos en el camino y familiares mayores que se quedan atrás en medio del pánico. Para muchos, esta es la segunda o tercera vez que se ven desplazados este año, ya que los ataques los van persiguiendo hacia nuevas zonas.
La violencia, que comenzó en Cabo Delgado en 2017, ya ha desplazado a más de 1,3 millones de personas. Pero 2025 ha marcado un cambio peligroso: los ataques ocurren ahora de forma simultánea y se extienden más allá de Cabo Delgado hacia la provincia de Nampula, amenazando a comunidades que anteriormente acogían a familias desplazadas.
La violencia se propaga rápidamente, los civiles apenas tienen preaviso y se ven obligados a llegar espacios de acogida improvisados, incluidas escuelas y espacios abiertos, en la provincia de Nampula. Muchos huyen sin documentación civil y sin acceso a servicios esenciales, caminando durante días en medio del miedo extremo. La falta de rutas seguras y de apoyo básico deja a las familias, especialmente mujeres y niñas, en mayor riesgo de explotación y abusos, justo cuando la comunidad humanitaria mundial conmemora los 16 Días de Activismo contra la violencia de género.
A pesar de los escasos recursos, los socios de protección han reactivado y reforzado algunas estructuras de gestión y derivación para ofrecer a mujeres y niñas afectadas mecanismos de denuncia confidenciales y un acceso más seguro a asistencia médica, psicosocial y legal.
Incluso tras llegar a zonas más seguras, los riesgos de protección siguen siendo graves. La llegada repentina ejerce una enorme presión sobre comunidades de acogida que ya se encuentran en una situación frágil, y también hacen frente a la inseguridad. Escuelas, iglesias y espacios abiertos están abarrotados de familias recién llegadas, muchas durmiendo al aire libre. La falta de iluminación y privacidad en estos refugios colectivos expone a mujeres y niñas —que ya afrontaron viajes peligrosos para ponerse a salvo— a nuevos riesgos de violencia sexual y de género, mientras que las personas mayores y con discapacidad sufren en lugares que no son accesibles ni están adaptados a sus necesidades.
Los niños llegan exhaustos, traumatizados y debilitados tras días caminando, algunos desnutridos y con los pies hinchados. Muchos están solos, sin compañía o separados de sus familias, en entornos desconocidos, enfrentando miedo, incertidumbre y riesgos.
Los equipos humanitarios sobre el terreno están identificando a las personas en mayor riesgo, ayudando a reunir familias y realizando actividades comunitarias para compartir información y reforzar la seguridad de los recién llegados. También se han establecido puntos de atención para ofrecer asesoramiento y apoyo en salud mental, distribuir paquetes con artículos de higiene personal femenina y ayudas técnicas para la movilidad de personas con discapacidad, así como apoyo a las familias en los trámites para recuperar documentos civiles perdidos, en coordinación con las autoridades locales.
Sin embargo, la respuesta humanitaria se está quedando sin recursos a medida que las necesidades crecen día a día, dejando a miles de familias en el limbo. Con el desplazamiento aumentando rápidamente y muy pocos fondos disponibles para el último mes del año, los servicios esenciales —incluidos protección, refugio, agua y saneamiento— están bajo una presión severa.
Los actores humanitarios en conjunto —agencias de la ONU, ONG nacionales e internacionales, instituciones gubernamentales, sector privado y las propias comunidades mediante esfuerzos de solidaridad local— no pueden sostener la respuesta sin apoyo y recursos adicionales.
Con el conflicto extendiéndose y los civiles tiendo que hacer frente a un peligro creciente, ACNUR hace un llamamiento urgente al apoyo internacional para proteger a las personas obligadas a huir, reforzar las comunidades de acogida que se encuentran desbordadas y evitar un deterioro aún mayor de la crisis. Al mismo tiempo, sigue siendo crucial abordar las causas subyacentes del conflicto para restaurar la estabilidad y romper el ciclo de violencia y desplazamiento en el norte de Mozambique.
ACNUR necesitará 38,2 millones de dólares en 2026 para atender las crecientes necesidades en el norte de Mozambique. Esto se produce en un momento sumamente preocupante, con la financiación de 2025 que apenas alcanza el 50 % de los 42,7 millones requeridos. Se necesita apoyo urgente para evitar que la crisis empeore.

