Ago 19
Personas sudanesas recién llegadas descargan su equipaje de un camión de ACNUR en el Centro de Recepción de Kiryandongo, al noroeste de Uganda. © ACNUR/Ssozi Mukasa Daniel

Dos millones de refugiados estarán en riesgo en Uganda por recortes a la financiación de emergencia y servicios esenciales

GINEBRA – El número refugiados acogidos por Uganda está a punto de alcanzar los dos millones, ya que la escalada de las crisis en Sudán, Sudán del Sur y la República Democrática del Congo (RDC) empuja a cientos de personas a cruzar las fronteras de ese país cada día en busca de protección y ayuda vital.

Desde principios de 2025, un promedio de 600 personas han llegado al país dirariamente, y se estima que la cifra alcanzará los dos millones a finales de año. Uganda, que ya es el país que acoge a más personas refugiadas de África y el tercero a nivel mundial, alberga actualmente a 1,93 millones de personas refugiadas, de las cuales más de un millón son menores de 18 años. De ellos, más de 48.000 niñas, niños y adolescentes han llegado solos. Sin embargo, la respuesta humanitaria se enfrenta actualmente a una de las peores crisis de financiación en décadas.

“Conocí a una niña de 16 años que huyó de la violencia en Sudán del Sur y ahora cuida de sus cuatro hermanos menores tras perder a sus padres. Sueña con volver a la escuela, pero lo único en lo que puede pensar es en sobrevivir. Los fondos de emergencia se agotarán en septiembre. Más menores morirán de desnutrición, más niñas serán víctimas de violencia sexual y las familias se quedarán sin alojamiento ni protección a menos que el mundo dé un paso al frente. Uganda ha abierto sus puertas, sus escuelas y sus centros de salud. Este modelo puede tener éxito, pero no puede hacerlo solo”, afirmó Dominique Hyde, Directora de Relaciones Externas de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, quien recientemente visitó los asentamientos de refugiados que acogen a personas sudanesas y sursudanesas en Uganda.

La política progresista de Uganda en materia de refugiados les permite vivir, trabajar y acceder a los servicios públicos, pero la falta de financiación está afectando drásticamente a la prestación de ayuda y amenaza con deshacer años de progreso. El coste de atender las necesidades de una persona refugiada en Uganda está estimado en aproximadamente 16 dólares estadounidenses al mes en 2025. Sin embargo, a menos que ACNUR reciba más financiación, solo podremos brindar una ayuda de 5 dólares estadounidenses al mes por persona refugiada. A medida que disminuyen los suministros de alimentos, agua y medicamentos, las tasas de malnutrición, especialmente entre niñas y niños menores de cinco años, están aumentando a un ritmo alarmante.

A medida que los recursos siguen escaseando, las personas refugiadas se ven forzadas a tomar decisiones que alteran sus vidas para sobrevivir, como abandonar la escuela. Los informes de violencia de género están aumentando, así como el riesgo de suicidio entre las personas jóvenes refugiadas, ante la disminución del personal de salud mental.

A finales de julio, ACNUR solo contaba con recursos para apoyar a menos de 18.000 personas con dinero en efectivo y artículos de primera necesidad, los cuales solo alcanzan para cubrir dos meses de nuevas llegadas al ritmo actual.

“La guerra trastorna vidas sin previo aviso, forzando a las personas a dejarlo todo atrás. Muchas personas refugiadas se enfrentan a una desesperación creciente; ninguna resiliencia puede reemplazar lo que se ha perdido. Uganda ha mostrado una gran generosidad, pero la carga no debe recaer únicamente en comunidades alejadas del conflicto. La responsabilidad recae en quienes impulsan y permiten la violencia. La paz es la única respuesta duradera y, hasta que llegue, se debe proteger la dignidad de las personas refugiadas”, añadió Hyde.

Actualmente, la respuesta de Uganda a la crisis de refugiados solo cuenta con un 25 por ciento de financiación. ACNUR pide más apoyo y solidaridad internacionales urgentes y sostenidos, incluso de los actores del desarrollo, para garantizar que las personas refugiadas y sus comunidades locales puedan vivir de forma más segura y más digna.

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