*Estuve en Yemen para entrevistarme con algunas de las cuatro millones de personas que han sido desplazadas por el conflicto. Visité un asentamiento informal donde viven 130 familias. Tan solo 20 de ellas están recibiendo ayuda alimentaria, la cual llega únicamente cuando hay fondos disponibles.
Visité también una escuela improvisada, compuesta por cinco salas pequeñas y oscuras. Los niños estaban sentados en el suelo y no habían comido. La profesora, una voluntaria, tampoco había comido. Ella me dijo que tiene que caminar durante al menos una hora todos los días para poder llegar hasta aquel lugar de difícil acceso en el que intenta mantener la esperanza entre sus estudiantes, quienes no tienen nada. No tienen comida. No tienen bolígrafos. No tienen pupitres. No tienen libros. No tienen sueldos para retribuir a la profesora. Los adolescentes de trece años se sientan junto a los niños de tres. Se esfuerzan por leer y escribir, soñando con un futuro que quizás no vean nunca.
Visité otro sitio donde las familias desplazadas viven en albergues improvisados, sin ingresos ni comida. Viven a una gran de distancia de fuentes de agua o instalaciones de saneamiento. No hay baños ni duchas. Tampoco hay escuelas. Y como el conflicto ha durado años, la mayor parte de los niños son analfabetos. Muchas niñas están contrayendo matrimonio; quizás con el fin de restar una boca que alimentar en sus familias. O bien para recibir una dote que dé a otros niños de la familia la oportunidad de sobrevivir.
Conocí a una madre que perdió tres hijos a causa de una enfermedad prevenible. Otro de sus hijos está en el hospital, enfermo. Aunque el hospital cuente con los medicamentos para tratarlo (algo que no es común), esta mujer no tiene los recursos para costear la atención médica.
«Esta es la realidad de un llamamiento que no cuenta con fondos suficientes en medio de un conflicto carente de soluciones políticas desde hace años».
Hablemos claro. Somos conscientes de que no hay ningún lugar en el mundo donde hayamos logrado disuadir las agresiones o reducir el número de personas que deben abandonar sus hogares. El año pasado, los programas humanitarios de la ONU apenas recibieron la mitad de los fondos. Este año, las necesidades son inconmensurables; sin embargo, ya iban en aumento incluso antes de que se sintieran los efectos de la devastadora guerra en Ucrania.
El llamamiento de ACNUR en Yemen apenas ha recibido el 9% de los fondos. Cabe decir que, además del sufrimiento por el que atraviesa Yemen, ese país ha dado acogida a 100.000 personas refugiadas de Somalia, Siria o Etiopía, entre otros, sin ningún tipo de apoyo.
La situación es desgarradora y exasperante, sobre todo porque se trata de una crisis provocada por el ser humano. Esta crisis debe terminar. Sabemos que la asistencia sin soluciones políticas no funciona, sino que deben ir siempre de la mano.
Para Yemen, nada importa más que poner fin al conflicto para que las personas puedan llevar una vida digna en condiciones seguras, sin depender de la asistencia porque ningún país ni ninguna persona querrían depender de ella.
La conferencia de donantes debería tratar sobre la ayuda que Yemen necesita para reconstruirse y desarrollarse, no solo sobre la recaudación de un porcentaje de ayuda para una fracción de los millones de personas que pueden morir de hambre o de enfermedades prevenibles. No obstante, la situación es esa.
Por la inseguridad y la falta de soluciones a nivel mundial, las necesidades y las cifras de desplazamiento están llegando a niveles que superan nuestra capacidad, lo cual aumenta la presión sobre la asistencia, hasta llegar a circunstancias como las que vemos en Yemen.
«Como gobiernos, ustedes tienen la oportunidad de abordar esta emergencia humanitaria y de poner fin al conflicto, una acción que se necesita con urgencia».
Espero que asuman la responsabilidad. Les ruego que lo hagan por las familias y las personas que conocí en Yemen. Gracias por su tiempo. Hagan tanto como sea posible, por favor.
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*Por Angelina Jolie para ACNUR