En todo el mundo, más de 60 millones de mujeres y niñas desplazadas por la fuerza o apátridas se enfrentan a un alto riesgo de sufrir distintas violencias de género.
Mientras que la violencia de género sigue siendo una de las violaciones de derechos humanos más generalizadas en todo el mundo, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, advierte de que los riesgos son mayores para las mujeres y niñas que se encuentran en situaciones de conflicto o que se han visto obligadas a huir de sus hogares.
Según datos de la ONU, los informes de violencia sexual relacionada con conflictos tuvieron un preocupante aumento del 50 por ciento el año pasado en comparación con el año anterior. Las mujeres y niñas representaron el 95 por ciento de los casos verificados.
Estas cifras representan una pequeña fracción de la realidad, ya que muchos casos de estas abominables violaciones y violencias que afectan a la salud, dignidad, seguridad y autonomía de las mujeres y niñas no se denuncian. En muchos lugares remotos, el acceso humanitario está interrumpido o los recursos y la asistencia son escasos. El acceso a la justicia también sigue siendo limitado, y las supervivientes temen represalias y estigmatización social.
Compañeras y compañeros que trabajan en situaciones de conflicto en todo el mundo siguen siendo testigos de los relatos de las supervivientes sobre los horrores a los que se han enfrentado, desde formas brutales de violencia, tortura, explotación sexual, violencia sexual –incluyendo la violencia sexual como arma de guerra– hasta la negación de derechos humanos fundamentales, como la capacidad de tomar decisiones y la autonomía.
Por ejemplo, en la República Democrática del Congo (RDC), las mujeres y niñas se enfrentan a una situación insoportable, en la que sus cuerpos se han convertido en una extensión del «campo de batalla» en medio de la violencia cíclica y la creciente inseguridad, incluso en asentamientos de personas desplazadas. Según estadísticas humanitarias, los informes de violencia por motivos de género aumentaron este año, y en la mayoría de los casos se trataba de violaciones.
En Chad, las mujeres han denunciado haber sido violadas mientras huían del conflicto en Sudán. En Afganistán, las crecientes restricciones sobre las mujeres y niñas, las altas tasas de violencia en el hogar y la situación económica en deterioro están contribuyendo a una crisis de salud mental, con un aumento en el número de pacientes que buscan ayuda, según informaciones de socios de ACNUR.
Entre la letanía de riesgos y abusos que afrontan las personas refugiadas y migrantes que se desplazan por las rutas hacia el Mediterráneo, se sigue informando de violencia sexual y explotación, esclavitud y trata de personas. Las estimaciones humanitarias indican que el 90 por ciento de las mujeres y niñas que se desplazan por la ruta del Mediterráneo son violadas.
Las supervivientes de violencia sexual que han huido a países vecinos a menudo permanecen en situaciones precarias, debido a los nuevos riesgos de violencia de género a los que se pueden enfrentar durante su desplazamiento y a los retrasos en el acceso a servicios que pueden ser limitados.
Además de la violencia sexual relacionada con los conflictos, las mujeres y niñas desplazadas por la fuerza también tienen un alto riesgo de sufrir violencia por parte de sus parejas. En ciertos escenarios de desplazamiento, se estimó que los riesgos para ellas eran un 20 por ciento más altos que para las mujeres y niñas no desplazadas.
Las formas interseccionales de discriminación también aumentan los riesgos. Es el caso de mujeres y niñas con discapacidades, que viven en la pobreza o que tienen orientaciones sexuales, identidades de género, expresiones de género o características sexuales diversas.
Estas son solo algunas muestras de una pandemia crónica que está infrarrepresentada. En todo el mundo vemos cada vez más ataques contra los derechos de las mujeres, desde la violencia hasta las restricciones a la autonomía y capacidad de decisión de las mujeres, entre otros. Las organizaciones dirigidas por mujeres, incluidas las lideradas por refugiadas, están soportando gran parte de la reacción negativa.
La necesidad de servicios de prevención y respuesta a las violencias contra las mujeres y niñas afectadas por el desplazamiento forzado y el conflicto supera con creces la financiación disponible. Por ejemplo, para seis importantes planes regionales de respuesta a refugiados, que cubren las necesidades humanitarias de los refugiados de la RDC, Afganistán, Sudán, Ucrania, Sudán del Sur y Siria, el presupuesto anual para violencia de género destinado a todas las organizaciones participantes, que asciende a 236 millones de dólares, actualmente solo está financiado en un 28 por ciento.
ACNUR teme que sin una financiación adecuada, millones de mujeres y niñas desplazadas por la fuerza no puedan acceder a servicios críticos el próximo año. Las medidas tempranas y efectivas de prevención y respuesta a la violencia por motivos de género son vitales y transformadoras. En todo el mundo, estos programas están teniendo un impacto medible en las vidas de las mujeres y niñas refugiadas, desplazadas y apátridas, así como en sus comunidades de acogida. Durante los 16 Días de Activismo de este año, instamos a un mayor apoyo para abordar la violencia de género.