Nov 26

Agricultores refugiados de Sudán del Sur reciben ayuda para adaptarse al cambio climático

Un proyecto de ACNUR está construyendo diques para proteger las tierras de cultivo propensas a las inundaciones en Maban y ayudando a la población refugiada y a los campesinos locales a adaptar su forma de cultivar.

Escrita en un pequeño trozo de papel, doblada dentro de una minúscula funda metálica y atada a una desgastada correa de cuero, está la oración que Awad Usman, de 37 años, se ata al brazo cada mañana antes de dirigirse a las tierras donde cultiva sésamo y sorgo.

Toca la caja metálica que cuelga de su brazo. “Cada año la renovamos [la oración]. Si ves que las cosas no van bien, la renuevas de nuevo. Puse ésta al principio de la estación de lluvias porque pensé que la oración anterior estaba fallando”.

Awad es un refugiado de Sudán. Huyó a Maban, en Sudán del Sur, hace más de 10 años, durante la guerra que separó a ambos países. Sigue viviendo en el mismo campamento de refugiados de Maban, donde poco a poco ha construido un hogar para su familia y se gana la vida como agricultor.

Cuatro ríos atraviesan el condado de Maban, situado en el estado del Alto Nilo, al norte de Sudán del Sur. Durante la temporada de lluvias, de mayo a octubre, estos ríos amenazan la vida y el sustento de los habitantes de Maban.

“La última inundación que vino aquí se llevó todo el huerto y destruyó todo el sésamo”, recuerda Awad. “Cuando llegaron las lluvias, alcanzaron la parte superior del puente que utilizábamos para cruzar desde nuestras casas a las tierras de cultivo, así que no pudimos revisar nuestras cosechas durante cinco días. Cuando llegamos, vimos que todo estaba destruido”.

Awad Usman quita las malas hierbas de su campo de sésamo. Las inundaciones de 2019 destruyeron toda su cosecha de sésamo.
© ACNUR/Tiksa Negeri

La multiplicación de fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones y la sequía, está agravando las amenazas a las que se enfrentan las personas que ya se han visto forzadas a huir del conflicto y la violencia. En la cumbre COP29 que se celebró en noviembre en Azerbaiyán, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y los activistas climáticos refugiados pidieron más financiación y apoyo para sobrevivir y adaptarse a los efectos de la crisis climática.

Sudán del Sur es uno de los cinco países del mundo más vulnerables al cambio climático, y las personas refugiadas y quienes se han visto forzadas a huir son algunas de las más afectadas. Las precipitaciones han disminuido entre un 10 y un 20 por ciento desde mediados de la década de 1970, de acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Por el contrario, el riesgo de inundaciones catastróficas ha aumentado año tras año. Las recientes inundaciones en Sudán del Sur han afectado a más de 1,4 millones de personas y desplazado a 271.000, según datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA).

En un buen año, Awad cosecha suficiente sésamo y sorgo para vender la mitad, pero si la producción es baja, apenas le alcanza para alimentar a su familia. “Después de la destrucción causada por las últimas inundaciones [en 2021], tuve que ir al mercado y trabajar aquí, allá y donde fuera para cubrir las necesidades de mi familia”, comenta.

La inseguridad alimentaria es un grave problema que afecta tanto a la población refugiada como a la comunidad local de acogida, afirma Alex Noel Kilong, Oficial Adjunto de Medios de Vida e Inclusión Económica de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en Maban. Él supervisa los proyectos que pretenden abordar los efectos del cambio climático en los medios de vida y la seguridad alimentaria de unas 300.000 personas de la zona, entre ellas las refugiadas y la comunidad de acogida.

“Este es un país que ha sufrido conflictos durante mucho tiempo. Así que las inundaciones vienen a sumarse a la carga a la que han estado expuestas las comunidades”, afirma. “Los medios de vida se ven afectados por las inundaciones, los animales son arrastrados por las aguas, las redes de carreteras están rotas, los servicios médicos también se encuentran aislados de las comunidades”.

ACNUR y sus socios están trabajando para apoyar a los agricultores refugiados como Award, que tienen pocos o ningún recurso para adaptarse a un clima en constante cambio. Negociaron por la tierra que Awad y de otros refugiados agrícolas y les proporcionaron dinero en efectivo para comprar semillas y equipos de cultivo. También han impartido formación sobre nuevas prácticas agrícolas, como la diversificación de cultivos para poder trabajar todo el año y sufrir menos si una cosecha se ve afectada por las inundaciones. También se ha introducido a los agricultores en nuevos cultivos como el sésamo, que puede venderse a un precio más alto que cultivos como el sorgo.

Alex Noel Kilong, Oficial Adjunto de Medios de Vida e Inclusión Económica de la oficina de ACNUR en Maban, ayuda a los refugiados a construir un puente peatonal antes de que se produzcan las inundaciones previstas en la zona.
© ACNUR/Tiksa Negeri

Alex también dirige un proyecto que ha construido 2 kilómetros de diques en todo el condado para proteger de las inundaciones las tierras de cultivo, las carreteras de acceso, una pista de aterrizaje, y las casas de Awad y sus vecinos. Es un trabajo duro y laborioso, pero eficaz.

El proyecto incluye la construcción de puentes para que Awad y su comunidad no queden aislados de sus tierras de cultivo cuando crecen los ríos.

Estas intervenciones son fundamentales para ayudar a los campesinos refugiados como Awad a labrarse un futuro sostenible y seguir siendo autosuficientes.

Awad y su familia se dirigen a sus campos. Huyeron de Sudán hace 10 años y dependen de la agricultura para subsistir.
© ACNUR/Tiksa Negeri

Esta temporada, Awad trabajó duro para asegurarse de que sus semillas de sésamo maduraran y se cosecharan antes de que llegaran las inundaciones, una práctica que aprendió de ACNUR y sus socios. Los diques que ahora rodean sus tierras de labranza ayudaron a que sus cultivos estuvieran más protegidos y, aunque hubo algunas inundaciones, pudo recoger una buena cosecha.

Él y su familia pasan los días en el campo, cosiendo, deshierbando y cosechando, dependiendo de la época del año. Cantan y bromean entre ellos mientras manejan las herramientas bajo el sol abrasador.

“Canto una canción en orgullo a mis cultivos, me da felicidad”, asegura Awad.

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