Nov 29

En medio de la crisis en Sudán, mujeres y niñas padecen el aumento de la violencia sexual

El conflicto en Sudán estalló hace más de un año; desde entonces, en las zonas de guerra y en las rutas que recorren las personas para solicitar asilo proliferan la violencia sexual y de otro tipo. Además, la escasez de fondos limita la respuesta de ACNUR.

Hace más de un año, cuando iniciaron los enfrentamientos en Jártum, la capital de Sudán, Fatima*, de 39 años, pensó que, si permanecían en casa, ella y cuatro de sus hijos estarían a salvo. Su esposo y su hijo mayor habían desaparecido (aún se desconoce su paradero), pero ella y el resto de sus hijos tenían agua, comida y un lugar donde guarecerse del caos que había afuera.

Esa sensación de seguridad se desvaneció intempestivamente un día por la tarde, cuando dos hombres armados llamaron a la puerta para exigir agua y comida. Los hombres se fueron luego de que Fatima les diera lo que querían; sin embargo, esa misma noche, uno de ellos volvió. Se había cubierto la cara y amenazó con dispararle a Fatima si no hacía lo que él le decía.

“Mis hijos estaban adentro… Me daba pavor que algo malo les pasara. Están muy chicos”, expresó Fatima. “Los encerré, les dije que guardaran silencio y dejé al mayor a cargo; le dije que, si algo me pasaba, debía huir con sus hermanos y hermanas”.

En el transcurso de una semana, Fatima fue violada en tres ocasiones. Estaba desesperada por encontrar una manera segura para salir de Jártum con sus hijos, así que, tan pronto se enteró de un transporte que acercaría a algunas familias a la frontera con Etiopía, se inscribió para abordarlo.

Pasados dos meses de relativa calma en ese lugar, Fatima descubrió que estaba embarazada. Había decidido alejarse de Sudán y del conflicto en el país, así que vendió el poco oro que le quedaba para que ella y sus hijos pudieran cruzar la frontera con Etiopía.

Ahora viven en un albergue familiar en un asentamiento fronterizo en Etiopía, un sitio en el que la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y sus socios están apoyando a las autoridades para brindar asistencia y servicios a las personas refugiadas. Fatima ha recibido apoyo psicosocial y fue referida al hospital regional para que recibiera atención médica. Además, ella se registró con la Cruz Roja para tratar de encontrar a su esposo y a su hijo mayor.

Fatima* lava ropa afuera del alojamiento en el que vive con sus cuatro hijos.
© ACNUR/Tiksa Negeri

“Aquí no hay disparos; además, tenemos agua para beber y un lugar donde dormir sin [el riesgo de] que nos violen”, comentó Fatima*. “[Pero] estoy embarazada… No sé cuánto tiempo estaremos aquí, sin tener una casa, sin poder cerrar la puerta para sentir tranquilidad. Necesito ayuda”.

Desde que estalló el conflicto entre las Fuerzas Armadas de Sudán y las Fuerzas de Apoyo Rápido hace un año, más de 8,6 millones de personas han sido forzadas a abandonar sus hogares, incluidos 6,8 millones de personas desplazadas al interior de Sudán y más de 1,8 millones de personas refugiadas y retornadas que huyeron a países vecinos.

Salma*, 26, lived with her husband and three children in El Geneina, the capital of Sudan’s West Darfur region. The family’s house was burned down when conflict engulfed the city, and they spent over a week sheltering in abandoned buildings in the neighbourhood before setting out for the border with Chad.

Before reaching the border, Salma’s husband was seized by a group of armed men and she and her children were forced to continue without him. A short while later, four more armed men stopped the group and told Salma to put down the child she was carrying.

“They hit me, and I fell,” Salma said. “I fainted, and I don’t know what they did to me but when I opened my eyes, I saw my children next to me [and] apart from the dress I was wearing, I had no more clothes on.”

The mother and one of her children were beaten by another man wielding a club on the Sudanese side of the border, who stole Salma’s money, two mobile phones and other belongings. Finally, they reached the river marking the frontier with Chad where she waded back and forth through the muddy, waist-high water to carry her children to safety.

Índices de violencia nunca antes vistos

Las mujeres y las niñas componen más de la mitad de las personas refugiadas de Sudán que han sido registradas; de hecho, en algunos países de acogida, la proporción es mayor. Además de los peligros generados por el conflicto y el desplazamiento, las mujeres y las niñas se exponen a alarmantes índices de violencia sexual, sea estando en situación de movilidad humana, en los países de asilo o en zonas afectadas por el conflicto en Sudán.
En un informe sobre violencia de género en la crisis de Sudán, que se publicó a finales de 2023, ACNUR reportó que las mujeres y las niñas en el país sufren las consecuencias del conflicto, que incluyen índices alarmantes de violencia sexual. De hecho, muchas de las personas que solicitan protección han presenciado o sufrido acoso, secuestro, violación, agresiones sexuales, explotación sexual y otras formas de violencia.

Salma*, de 26 años, vivía con su esposo y sus tres hijos en El Geneina, la capital de Darfur Occidental, una región en Sudán. Su casa fue consumida por las llamas cuando el conflicto llegó a la ciudad. Antes de dirigirse a la frontera con Chad, la familia se guareció durante más de una semana en edificios abandonados en el vecindario.

Estaban por llegar a la frontera cuando un grupo de hombres armado secuestró a su esposo; Salma y sus hijos tuvieron que continuar sin él. Poco después, cuatro hombres armados detuvieron al grupo y le ordenaron a Salma que bajara a la criatura que llevaba en brazos.

“Caí al suelo porque me golpearon”, narró Salma. “Me desmayé. No sé qué me hicieron, pero, cuando abrí los ojos, mis hijos estaban a mi lado [y], aunque llevaba puesto un vestido, estaba prácticamente desnuda”.

Del lado sudanés de la frontera, un hombre que empuñaba un garrote golpeó a Salma y a sus hijos; también se robó todo el dinero que Salma llevaba consigo, así como dos teléfonos móviles y otras pertenencias. Cuando por fin llegaron al río que delimita la frontera con Chad, Salma cruzó las lodosas aguas que le llegaban a la cintura para poner a sus hijos a salvo; los cargó uno por uno.

Salma*, frente a un albergue improvisado al este de Chad, donde vive ahora – luego de haber huido del conflicto en Sudán – con sus tres hijos.
© ACNUR/Insa Wawa Diatta

La familia vive ahora al este de Chad. Salma se registró con ACNUR y recibe asistencia alimentaria y atención médica. Sin embargo, aun con la ayuda que se le brinda, su situación sigue siendo precaria. Gana un poco de dinero haciendo trabajos esporádicos para sus vecinos; así logra alimentar a sus hijos. No obstante, debido al ataque que sufrió, le siguen doliendo la espalda y el abdomen.

“Debo trabajar con todo y el dolor; si no, ¿quién alimentaría a mis hijos?”, se pregunta. “Nuestros hijos deberían ir a la escuela para que puedan construir un mejor futuro. Quiero que mis hijos vayan a la escuela y que se sientan seguros.

Vivíamos bien, pero, desde que se llevaron a mi esposo, no tengo a nadie que pueda ayudarme”, añadió Salma. “Me han dicho que lo mataron, pero debo verlo con mis propios ojos”.

En 2023, ACNUR observó un aumento pronunciado – más de la mitad en comparación con el año anterior – en los casos de violencia de género al este de Chad, la zona a la que ha llegado la mayoría de las personas refugiadas de Sudán. Se cree que la magnitud del problema es aún mayor, dado que muchos incidentes no han sido denunciados por miedo al estigma y las represalias, que son comunes en otros países que han dado acogida a personas refugiadas de Sudán.

La respuesta no cuenta con fondos suficientes

ACNUR y sus socios han brindado apoyo psicosocial a las sobrevivientes de violencia de género de las que se tiene registro en Chad; muchas de ellas también han recibido atención médica, asesoramiento legal y ayuda en efectivo. Sin embargo, según Nadine Sekaganda Mutunzi, Oficial de ACNUR para atender casos de violencia de género al este de Chad, la magnitud de la emergencia y la escasez de fondos menoscaban la respuesta de ACNUR.

“No contamos con fondos suficientes para brindar diversos servicios, que ayudarían a las víctimas y sobrevivientes de violencia de género”, recalcó Mutunzi. “Por ejemplo, aquí (al este de Chad), nos avocamos a lo estrictamente necesario; de hecho, no nos es posible ofrecer una respuesta integral”, que, por ejemplo, incluiría medidas para que las sobrevivientes recuperen su poder de acción y de decisión con oportunidades de empleo y capacitación.

Fatima* lee un fragmento de la Biblia en un grupo de estudio en el centro de recepción en el que vive en Etiopía.
© ACNUR/Tiksa Negeri

Desde Etiopía, dado que el futuro es incierto para las personas refugiadas como Fatima y sus hijos, ella desea transmitir un mensaje claro para quienes lideran las facciones en conflicto en Sudán.

“El mensaje es que dejen de pelear para que se restablezca la paz. Necesitamos que haya paz para que podamos volver a Sudán, para volver a nuestros lugares de origen”.

*Se cambiaron los nombres por motivos de protección.

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