Desde abril del año pasado, el conflicto en Sudán ha generado una alarmante crisis humanitaria que ha obligado a más de 11.5 millones de personas a huir de sus hogares: alrededor de 5 millones son niñas y niños, lo que convierte a Sudán en la mayor crisis de desplazamiento infantil del mundo.
Estos pequeños, que deberían estar disfrutando de una infancia protegida, enfrentan una realidad marcada por el miedo y la incertidumbre, donde la huida y la supervivencia se convierten en su día a día. Pero en medio de este panorama, surgen historias de resiliencia y humanidad.
Una de ellas es la de Abdoulaye, un hombre que, herido de bala, huía de su aldea en Darfur, al oeste de Sudán, hacia la frontera con Chad junto a su esposa, cuando un grupo de vecinos se detuvo junto a él y le dejó una inesperada responsabilidad: dos pequeños, Saleh, de cinco años, y Maimouna, de tres, que habían quedado solos tras perder a su madre en el ataque y a su padre en la confusión de la huida.
Abdoulaye, quien ya tenía tres hijos, tomó una decisión en ese momento: «Si morimos, moriremos juntos; no voy a abandonar a los niños», recuerda. Con determinación y con la ayuda de sus vecinos, lograron llegar a Chad, donde encontraron refugio en el campamento de Arkoum y se reencontraron con sus hijos a salvo. Allí, bajo el techo de su hogar compartido, Saleh y Maimouna juegan en el suelo de tierra, tratando de olvidar el trauma vivido.
¿Te preguntaste alguna vez qué pasaría si un día tus hijos tuvieran que depender de la compasión de un extraño para tener un lugar seguro? Esta es la realidad para muchos niños sudaneses. El conflicto en su país ha interrumpido la educación de más del 90% de los 19 millones de niños y niñas en edad escolar del país. Abdoulaye, quien creció sin oportunidades educativas, anhela que tanto sus propios hijos como los pequeños Saleh y Maimouna puedan tener acceso a una educación que les permita construir una vida mejor. «Quiero que todos mis hijos vayan a la escuela y construyan un futuro distinto al que yo tuve», confiesa, aunque sabe que el camino es incierto.
Una población en extrema vulnerabilidad
En situaciones de crisis y desplazamiento, los niños, las niñas, los adolescentes y los jóvenes son una población en extrema vulnerabilidad ya que están expuestos a riesgos como diversas formas de abuso, separación de sus padres o cuidadores, negligencia, violencia, explotación, trata o reclutamiento militar. Para apoyar a niños como Saleh y Maimouna, ACNUR, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, y sus socios han establecido programas de acogida familiar con un seguimiento continuo para velar por el bienestar de cada niño.
Actualmente, ACNUR enfrenta el desafío de apoyar a una población desplazada global que ha alcanzado los 120 millones de personas, entre las cuales más de 47 millones son niños y niñas. Desde Argentina es posible ayudar a personas como Abdoulaye, Saleh y Maimouna y a los cientos de miles de niños y niñas que huyen para salvar sus vidas muchas veces completamente solos, a través de fundacionacnur.org/dona.
La colaboración de toda la sociedad es esencial para que ACNUR continúe brindando la protección, el apoyo y las oportunidades que las infancias necesitan para soñar con un futuro mejor y para que historias como la de Saleh y Maimouna puedan continuar con esperanza. Nadie elige ser refugiado pero todos podemos elegir cómo ayudar.