Nov 13

El cambio climático agrava un conflicto mortal en el Cinturón Medio de Nigeria

Mientras los líderes mundiales se reúnen en la cumbre COP29, el cambio climático ha reducido la disponibilidad de recursos naturales en Nigeria, agravando los enfrentamientos entre comunidades en el estado de Benue y desplazando a cerca de medio millón de personas.

En el campamento de desplazados internos de Ichwa, cerca de Makurdi, en el estado nigeriano de Benue, Mimi Kiva dirige una clase para niños pequeños que cantan acompañados de saltos y aplausos que provocan risas. A pesar de no tener ninguna preparación pedagógica formal, esta mujer de 47 años es naturalmente apasionada y cariñosa, con unas reservas de energía que parecen inagotables.

Incluso antes de que el año pasado se construyera esta aula y se contratara a Mimi como profesora voluntaria, ya reunía a los niños del campamento para darles clases al aire libre. “Les cuento historias sobre cosas que ocurrían en nuestras vidas antes de llegar al campamento, sobre nuestra cultura”, explica. “Lo disfruto porque me olvido de todo”.

A Mimi le gustaría olvidar muchas cosas. Hace tres años, no era maestra sino agricultora. Ella, su esposo y sus tres hijos tenían dos hectáreas de tierra en el Área de Gobierno Local de Guma, a 30 minutos en auto del campamento. Cultivaban ñame, sésamo y mijo, y criaban cerdos y gallinas. Mimi estaba particularmente orgullosa de sus ñames, que crecían hasta alcanzar un gran tamaño en la rica tierra de la zona. De vez en cuando pasaban por ahí pastores nómadas. “Pedían mijo o ñame a nuestra gente, y nosotros se lo dábamos”, recuerda Mimi. “Eso era antes, pero ahora no”.

Mimi Kiva dirige una clase en la escuela primaria del campamento de Ichwa, donde trabaja como voluntaria.
© ACNUR/Colin Delfosse

Un día, mientras Mimi, su esposo y su hija de 11 años cuidaban sus campos de ñame, escucharon un disparo. Cuando levantaron la vista, vieron a unos hombres armados. No tuvieron tiempo de huir. Los hombres violaron y asesinaron a la hija de Mimi. A Mimi la violaron y asesinaron a su esposo. Más tarde, un cazador la encontró herida e inconsciente y la ayudó a esconderse en el monte. Se escondieron ahí durante dos días antes de que fuera lo suficientemente seguro como para que él la llevara al campamento. Ahí recibió tratamiento médico y se reunió con sus dos hijos, quienes actualmente tienen 12 y 15 años.

“Lo perdí todo”, cuenta Mimi. “Si vas a mi pueblo, todo se ha quemado; ya no puedo cultivar la tierra. Y no soy solo yo… todos pasamos por estas cosas. Aquí hay muchas viudas y huérfanos”.

Casi todos los 3.790 residentes registrados en el campamento de Ichwa, y en muchos otros campamentos repartidos por todo el estado de Benue, eran pequeños agricultores como Mimi, que se vieron forzados a venir aquí por las violentas apropiaciones de tierras.

El campamento de Ichwa se creó hace cinco años para resguardar al creciente número de personas de la región de Makurdi, en el estado de Benue, forzadas a huir de los violentos ataques a sus granjas y aldeas.
© ACNUR/Colin Delfosse

En la última década, los conflictos entre comunidades se han cobrado innumerables vidas en la exuberante región nigeriana del Cinturón Medio y han desplazado a cerca de medio millón de personas solo en el estado de Benue. Enfrentamientos similares se están produciendo en toda la región del Sahel a medida que el cambio climático altera los medios de vida tradicionales e intensifica la competencia por las menguantes reservas de agua y tierras productivas.

Un informe publicado hoy por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en colaboración con socios de investigación, examina la intersección entre el cambio climático, los conflictos y los desplazamientos forzados. En él se advierte de que la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos puede agravar las tensiones y debilitar la cohesión social, intensificando las causas profundas de los conflictos y la inestabilidad.

Mientras tanto, fenómenos meteorológicos extremos como las inundaciones y la sequía agravan las amenazas a las que se enfrentan las personas ya desplazadas por los conflictos y la violencia. En la actualidad, alrededor de 90 millones de personas desplazadas por la fuerza viven en países con una exposición de alta a extrema a los peligros relacionados con el clima, y casi la mitad de todas las personas desplazadas por la fuerza soportan la carga tanto de los conflictos como de los efectos adversos del cambio climático. Esta cifra aumentará a medida que los riesgos climáticos se intensifiquen en las próximas décadas.

Un nuevo reto

La mayoría de los ganaderos nigerianos practican tradicionalmente un modo de vida nómada, desplazándose con sus rebaños en busca de pastos. Antes se desplazaban por todo el país, pero los cambios en el sistema de precipitaciones y la grave desertización han llevado a un número cada vez mayor de ellos al centro y sur de Nigeria, donde el crecimiento demográfico y las frecuentes inundaciones han reducido la cantidad de tierra disponible para el pastoreo.

“El cambio climático es un nuevo reto que no experimentábamos hace 20 o 30 años; nos está afectando de verdad”, afirma Ibrahim Galma, Secretario de la Asociación de Criadores de Ganado Miyetti Allah (MACBAN, por sus siglas en inglés), agrupación que representa los intereses de los ganaderos de Nigeria. “Nuestros pastos se han secado y nuestros animales no pueden sobrevivir. Eso obliga a nuestros ganaderos a recorrer largas distancias y, desde 2012, hay una grave crisis”.

Ganado a las afueras de Makurdi © ACNUR/Colin Delfosse

El conflicto y la pérdida de pastos han cobrado factura, afirma Ibrahim. Muchos de los miembros del MACBAN han perdido ganado por enfermedades contraídas durante sus largas migraciones. El que sobrevive suele estar demasiado desnutrido para producir terneros o la leche de la que dependen las ganaderas para obtener ingresos. También han muerto ganaderos y su ganado. “La comunidad era amistosa con los ganaderos, pero cuando ven caras que antes no veían, empiezan a sospechar, y eso provoca graves actos de violencia”.

Añade que las medidas de seguridad han hecho poco por resolver la crisis. “Lo único que vimos que funcionó fue el diálogo. El diálogo es el mejor camino. Luego otras intervenciones como la formación en construcción de la paz y habilidades laborales”.

El MACBAN participa en los esfuerzos por educar a los ganaderos sobre las ventajas de abandonar su modo de vida nómada y practicar una agricultura climáticamente inteligente para cultivar suficiente hierba y pasto para sus animales. “Si podemos vivir en un solo lugar, nuestros hijos pueden ir a la escuela, podemos votar, podemos protegernos”, afirma. “Pero necesitamos tierra, necesitamos educación, necesitamos mejores instalaciones médicas”.

Condiciones duras

Beatrice Shomkegh, Asociada Superior sobre el Terreno de ACNUR en Makurdi, coincide con Ibrahim en la necesidad de un mayor compromiso con las comunidades de ganaderos y agricultores. “La conversación tiene que continuar; tenemos que evaluar y reevaluar lo que estamos haciendo bien y lo que tenemos que hacer diferente”.

Mientras tanto, ACNUR trabaja con su socio local, la Fundación para la Justicia, el Desarrollo y la Paz, para proporcionar asistencia vital, protección infantil y servicios de asesoramiento y contra la violencia de género a personas desplazadas como Mimi, que luchan contra la pérdida y el trauma.

“Desde que me asesoraron y me capacitaron, me ha ayudado mucho”, asegura Mimi. “Es muy doloroso, pero tengo que hablar de mi vida. Hace que ese dolor se reduzca”.

Ahora va de alojamiento en alojamiento aconsejando a otras mujeres y animándolas a hablar de sus propias experiencias. “Me ha dado un trabajo que nunca podré dejar cuando vuelva a mi comunidad”.

Mimi Kivi habla con Mbuesi Kwakaha (a la izquierda), quien también fue desplazada al campamento de Ichwa. Ganado a las afueras de Makurdi © ACNUR/Colin Delfosse

Aunque enseñar en la escuela y recibir consejería la ha ayudado a manejar su trauma, la vida en el campamento es implacablemente dura. Describe el pequeño alojamiento improvisado que comparte con sus dos hijos como “una jaula” y cuenta que sobrevivió por poco a la mordedura de una serpiente.

Shomkegh afirma que la escasez de fondos impide a ACNUR hacer más para aliviar estas condiciones, o apoyar más iniciativas para ayudar a los agricultores desplazados a encontrar nuevos medios de vida y a los ganaderos a adaptarse al cambio climático. La mayoría de los residentes de Ichwa dependen del trabajo ocasional en granjas cercanas al campamento para obtener pequeños ingresos. Otros alquilan pequeñas parcelas cercanas para poder cultivar, pero esto conlleva un riesgo dado el clima cada vez más impredecible de la región, así como la constante inseguridad.

Vincent Ijebe y su esposa Jennifer pidieron un préstamo para alquilar media hectárea de tierra junto al río Benue para cultivar arroz. Pidieron prestado más dinero para fertilizantes y pasaban horas al día viajando desde el campamento para cuidar de su cosecha. Pensaban pagar la deuda después de cosechar el arroz, pero justo un mes antes de que estuviera listo, las fuertes lluvias y la liberación de agua de una presa río arriba en Camerún hicieron que el río se desbordara e inundara el campo. Solo pudieron salvar una pequeña parte del arroz.

Vincent Ijebe pasa plantas de arroz sin madurar a su esposa, Jennifer, en el terreno que alquilaron cerca del río Benue que se inundó recientemente.
© ACNUR/Colin Delfosse

“Me veré forzado a volver a trabajar en las granjas de otras personas”, señala Vincent mientras mete la mano en el agua para sacar puñados de plantas de arroz sin madurar. No habrá dinero para pagar la escuela secundaria de su hijo mayor fuera del campamento.

Mimi mantiene la esperanza de volver algún día a su tierra ancestral. “Solíamos ser la canasta de alimentos de la nación… Estaba muy orgullosa”, recuerda. “Seguiré cultivando; es parte de nuestra vida”.

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