Nov 11

La violencia en Sudán no da tregua y el éxodo de refugiados sigue aumentando

Resumen de las declaraciones formuladas el 8 de noviembre por Dominique Hyde, Directora de Relaciones Externas de ACNUR, en una rueda de prensa en el Palacio de las Naciones, en Ginebra.

El continuo derramamiento de sangre en Sudán ha creado la peor crisis humanitaria del mundo en décadas, y el mundo no está prestando atención.

Esta semana hemos alcanzado un hito devastador. Desde que estalló la guerra hace 19 meses, más de 3 millones de personas se han visto forzadas a huir de Sudán, buscando seguridad en los países vecinos y en otros más lejanos. Ha sido más de un año y medio de sufrimiento inimaginable, atrocidades brutales y violaciones generalizadas de los derechos humanos. Cada minuto, miles de vidas quedan destrozadas por la guerra y la violencia, lejos de la atención del mundo.

El éxodo de Sudán continúa, alcanzando niveles no vistos desde el comienzo de la crisis. Tan solo en octubre, alrededor de 60.000 personas sudanesas llegaron a Chad tras la escalada de los combates en Darfur y la retirada de las aguas de las inundaciones.

Las personas llegan en condiciones desesperadas, sin más pertenencias que los recuerdos de una violencia inimaginable de la que han sido testigos y a la que han sobrevivido, algo que nadie debería tener que soportar.

La población civil está pagando el precio más alto en este violento conflicto. Quienes lograron escapar a Chad han relatado las atrocidades: personas aterrorizadas, casas saqueadas, personas y animales asesinados. Muchas personas se han visto forzadas a ver cómo asesinaban a sus seres queridos. Se ha atacado a personas por su origen étnico; se han asesinado a hombres y niños, y se han quemado sus cuerpos. Han violado a mujeres mientras huían. Muchas personas recuerdan los cadáveres que vieron abandonados junto a la carretera mientras huían por una ruta peligrosa e inhumana hacia un lugar seguro.

Un asombroso 71 por ciento de las personas refugiadas que llegan a Chad afirman haber sobrevivido a violaciones de los derechos humanos en Sudán mientras huían. Los niveles de trauma son devastadores, con familias en estado de shock tras huir de los horrores, que siguen viviendo con miedo a pesar de encontrarse en relativa seguridad.

Los países de la región están haciendo su parte, pero las necesidades son inmensas en muchos países de acogida, cuyas poblaciones ya tenían enormes necesidades humanitarias. Los países vecinos están sintiendo la presión; las instalaciones nacionales se están colapsando bajo la presión de las continuas llegadas.

Chad se ha convertido en salvavidas y santuario para más de 700.000 personas refugiadas sudanesas – la mayoría mujeres, niñas y niños – que se han visto forzadas a abandonar sus hogares desde el estallido de la brutal e indiscriminada guerra en Sudán. Se trata de la mayor afluencia de refugiados de la historia de Chad, y se suma a los más de 400.000 sudaneses que ya vivían en situación de desplazamiento prolongado en el este, con lo que el total de población refugiada sudanesa en el país asciende a más de 1,1 millones.

Adre solía ser una pequeña ciudad fronteriza de 40.000 habitantes, pero su población se ha multiplicado por seis hasta albergar ahora a 230.000 personas refugiadas sudanesas, muchas de las cuales pasan meses en duras condiciones, a la espera de ser reubicadas en el interior.

A pesar de los esfuerzos, el sistema de atención de salud es deficiente, con un solo médico para 24.000 pacientes, lo que supera con creces la norma de emergencia de un médico por cada 10.000 personas. El acceso al agua es inadecuado. La educación sigue siendo una prioridad para las familias, la mayoría de niñas y niños llevan casi dos años sin ir a la escuela. En Sudán escasean los alimentos, y cada vez más niños cruzan la frontera desnutridos.

Otros países vecinos, como Egipto, que es el país de acogida más grande, con 1,2 millones de nuevos refugiados sudaneses de acuerdo con las últimas cifras del gobierno, han ido más allá de sus posibilidades, brindando protección a las personas que huyen, y garantizando que las niñas y los niños puedan ir a la escuela, dando a las personas refugiadas el derecho a trabajar, iniciar nuevos negocios y la oportunidad de contribuir a las comunidades que los acogen.

Etiopía está creando asentamientos integrados con el apoyo de donantes para el desarrollo, reforzando los servicios sociales existentes para la población refugiada sudanesa y para quienes la acogen, mientras que Uganda está proporcionando documentación a las personas recién llegadas para que puedan utilizar su educación y sus habilidades para impulsar las economías locales. En la República Centroafricana, se han asignado tierras agrícolas a los refugiados sudaneses para que las cultiven.

En Libia, las comunidades locales, incluidos los sudaneses que llevan muchos años en el país, han mostrado su solidaridad y apoyo a decenas de miles de refugiados sudaneses. De los tres millones de personas que han huido de la violencia en Sudán, 650.000 son sursudaneses que regresan a un país extremadamente frágil y con enormes necesidades humanitarias. No obstante, estamos trabajando con las autoridades y los agentes del desarrollo para mejorar las condiciones de las comunidades que los acogen.

Esta es una de las mayores emergencias del mundo y, sin embargo, una de las que menos información y financiación recibe. Sin un apoyo financiero sustancial de la comunidad internacional, la cohesión social y la estabilidad regional estarán en peligro y millones de personas pasarán penurias. El Plan Regional de Respuesta a los Refugiados de Sudán solo está financiado en un 29 por ciento de los 1.500 millones de dólares estadounidenses que 86 socios requieren.

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