Tras los compromisos adquiridos en el Foro Mundial sobre los Refugiados de 2023, la política de refugiados de Zambia ha avanzado significativamente, enfocándose en mejorar las condiciones de la población refugiada y de las comunidades de acogida.
Cuando Mwaka Sangwa, de 63 años, llegó al asentamiento de refugiados de Meheba, al noroeste de Zambia, en 1993, nunca imaginó que pasaría más de la mitad de su vida allí. A pesar de haber perdido a su esposo y a un hijo en el conflicto de su país, la República Democrática del Congo (RDC), Mwaka esperaba regresar algún día.
Más de tres décadas después, ella, junto con sus hijos y nietos, no han conocido otro hogar. El este de la RDC sigue enfrentando una escalada de violencia sin señales claras de paz. Solo en los últimos cinco meses, más de 40.000 personas han sido desarraigadas de sus hogares.
«Era joven y tenía energía cuando llegué aquí», recuerda Mwaka. «Nos dijeron que para comer teníamos que dedicarnos a la agricultura».
El Gobierno de Zambia le otorgó un terreno para cultivar, y tras recibir formación en técnicas de riego, selección de cultivos y control de plagas, comenzó a plantar soya y maíz. Con el paso de los años, Mwaka amplió sus tierras a 10 hectáreas y ahora da trabajo a otras personas refugiadas y a zambianos locales. “La agricultura es nuestro medio de vida”, afirma. «Cuando cultivamos soya, la vendemos y luego compramos ropa, comida y pagamos la educación de nuestros hijos. El maíz de la granja se utiliza principalmente para alimentarnos y también para pagar a quienes nos ayudan con las labores agrícolas».
Mwaka es una de las más de 110,000 personas refugiadas, exrefugiadas y solicitantes de asilo, principalmente provenientes de la RDC, Burundi, Angola y Ruanda, que han encontrado un hogar en Zambia. La mayoría de ellas vive en asentamientos agrícolas como Meheba, que se están convirtiendo en centros de autosuficiencia e integración local, especialmente gracias a los esfuerzos recientes de Zambia para ampliar las oportunidades para los refugiados.

Musole Mufwinda, un exrefugiado angoleño que ha vivido toda su vida en el asentamiento de Meheba, cultiva coles y otras hortalizas que vende en la zona.
© ACNUR/Charity Nzomo
Restaurar la esperanza y la dignidad
Después de los compromisos adquiridos en el Foro Mundial sobre los Refugiados de 2023, el Gobierno de Zambia lanzó su primera política nacional sobre refugiados, cuyo objetivo es ayudar a los refugiados a ser más autosuficientes, mientras se mejoran las condiciones socioeconómicas de las comunidades locales que los acogen. Además, el Gobierno ha incluido la integración de los refugiados en la planificación de servicios nacionales, lo que significa que los recursos destinados a salud, educación y programas agrícolas también benefician a los refugiados.
En un momento de profundos recortes en la financiación humanitaria mundial, las políticas inclusivas de Zambia buscan ayudar a las personas desplazadas por la fuerza a tomar el control de sus vidas, liberarse de la dependencia de la ayuda y contribuir significativamente a la economía del país y de las comunidades que los acogen.
El asentamiento de Meheba, que ocupa una gran extensión de tierra agrícola de 684 kilómetros cuadrados en el distrito minero de Kalumbila, ha sido un lugar seguro para las personas desplazadas desde 1971. Muchas de ellas, como Musole Mufwinda, un exrefugiado angoleño, nacieron allí. Musole cultiva verduras como coles, okra y camotes, que vende en la zona.
«Mis padres me enseñaron que la vida sería mejor si me dedicaba a la agricultura», dice Musole. «Así comencé a cultivar y, al vender las cosechas, pude comprobar los beneficios de lo que me decían. El año pasado, cultivé coles satisfactoriamente y vendí la cosecha. Con los ingresos, compré una motocicleta que está ayudando a mi familia.»
Un modelo de sostenibilidad
Para mejorar el acceso a la energía sostenible y aumentar la producción agrícola tanto para las personas refugiadas como para las comunidades de acogida, ACNUR, en colaboración con el Gobierno de Zambia, está trabajando para proporcionar acceso a energía sostenible en los tres asentamientos de refugiados del país. ACNUR y socios como Cáritas también están apoyando cooperativas agrícolas formadas por refugiados y miembros de las comunidades de acogida para crear centros de valor agregado en los asentamientos. Estos centros ofrecen servicios como almacenamiento, procesamiento, envasado y refrigeración, lo que mejora la productividad y aumenta el acceso a los mercados locales, incluidas las cadenas de valor vinculadas a la industria minera.
“Actualmente obtenemos frutas y verduras de agricultores refugiados”, señala Priscilla, responsable de relaciones comunitarias de Golden Camp Solutions, una empresa privada de catering que abastece a los empleados de la mina de cobre de Lumwana. “Estamos hablando de una tonelada de coles a la semana y unos 500 kilos de tomates. No hay ninguna diferencia entre un proveedor refugiado y uno habitual.”

Priscilla trabaja para una empresa privada de catering que brinda servicios a los empleados de la mina de cobre Lumwana y compra verduras a agricultores refugiados.
© ACNUR/Charity Nzomo
Una tarde reciente, Musole cargó un saco con coles recién cosechadas, lo puso en su motocicleta y condujo hasta una instalación de valor agregado, donde guardó las coles en una cámara frigorífica solarizada hasta poder llevarlas al mercado local.
«Zambia sigue dando ejemplo, demostrando que cuando se incluye a las personas refugiadas desde el inicio de una emergencia, todos se benefician», afirma Preeta Law, Representante de ACNUR en Zambia. «Vemos cómo las familias reconstruyen sus vidas con dignidad, pero también vemos mercados locales prósperos, nuevas oportunidades y sistemas alimentarios más sólidos. En una época de restricciones en la financiación mundial, el modelo de Zambia nos recuerda que las políticas inclusivas no solo son lo correcto, sino que también son una inversión inteligente y sostenible.»
Cuando el sol se oculta en el horizonte tras un productivo día de limpiar la maleza en su campo, Mwaka Sangwa camina hacia su casa, llevando una pala grande al hombro. «Me siento muy feliz porque puedo mantener a mi familia», asegura.