Nov 11

Familias de acogida ofrecen esperanza y un hogar a los niños refugiados de Sudán que se encuentran solos

Decenas de familias refugiadas en el este de Chad cuidan de niñas y niños huérfanos y no acompañados en medio de lo que la ONU califica como la mayor crisis de desplazamiento infantil del mundo.

Cuando se desplomó bajo un árbol del desierto, paralizado por el dolor punzante de una herida de bala en la pantorrilla, y con los disparos resonando aún en su aldea en llamas de Darfur, al oeste de Sudán, Abdoulaye tenía dos prioridades. En primer lugar, detener la hemorragia; en segundo lugar, encontrar la forma de llegar a salvo con su esposa a la cercana frontera con Chad.

Pero cuando un grupo de vecinos se detuvo junto al mismo árbol para recuperar el aliento, las prioridades de Abdoulaye cambiaron rápidamente. En el caos de la huida de la milicia que asaltó su aldea, los vecinos habían encontrado a dos niños pequeños cuya madre había muerto en el ataque y cuyo padre había desaparecido.

Los vecinos dejaron a los niños con Abdoulaye y su esposa Hawaye, y continuaron su frenética huida hacia la relativa seguridad de la frontera chadiana.

No se trataba de dejar atrás a los aterrorizados niños, recordó Abdoulaye en su nuevo alojamiento en el campamento de refugiados de Arkoum, al este de Chad. Observaba cómo los dos niños pequeños – Saleh, de 5 años, y su hermana pequeña Maimouna, de 3 – jugaban bajo el techo de su casa compartida.

“Decidí que si morimos, moriremos juntos, no voy a abandonar a los niños”, aseguró sobre la calurosa tarde de verano de 2023 en la que huyó de su casa y encontró a los niños.

Poco después de que estallara el conflicto en Sudán en abril de 2023, Abdoulaye y Hawaye habían enviado a sus tres hijos a Chad en busca de seguridad, donde vivían con familiares. Cuando llegó cojeando al campamento con su esposa y los dos niños rescatados, Abdoulaye descubrió que se había extendido la noticia de que había muerto en el ataque a su aldea.

Acogidos por la familia

“Todos me daban por muerto”, contó. “Se alegraron mucho de verme vivo”.

Abdoulaye y Hawaye se reunieron con sus hijos, que recibieron a sus dos nuevos hermanos con los brazos abiertos.

“Si morimos, moriremos juntos”.

Abdoulaye, refugiado sudanés

La refugiada sudanesa Maimouna, de 3 años, duerme una siesta mientras su hermano Saleh, de 5, y sus hermanos de acogida, Salim y Zakaria, están arrodillados a su lado.
© ACNUR/Levon Sevunts

Desde entonces, la búsqueda del padre de Saleh y Maimouna ha continuado sin éxito. Abdoulaye teme que haya muerto en los combates.

Él y Hawaye forman parte ahora de un incipiente programa de familias de acogida dirigido por el Servicio Jesuita a Refugiados con el apoyo de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Hay otras ocho familias que acogen refugiados en el extenso campamento de Arkoum, y un total de 55 en los cinco asentamientos de refugiados de la zona más amplia de Hadjer Hadid, al este de Chad, de acuerdo con Nathalie Etienne, Oficial de Protección Comunitaria de ACNUR.

“Estas familias han soportado una violencia y unas penurias inimaginables al huir de su región natal de Darfur, en Sudán”, señaló. “Y, sin embargo, han abierto sus hogares y sus corazones para cuidar a los niños que han perdido a sus padres”.

Un niño juega en una carretera del campamento de refugiados de Arkoum, al este de Chad, en agosto de 2023.
© ACNUR/Ariadne Kypriadi

El programa de familias que acogen refugiados ofrece formación y asistencia a las familias participantes. Para garantizar la protección y el bienestar de niñas y niños huérfanos y no acompañados que llegan a Chad, ACNUR y sus socios realizan evaluaciones exhaustivas antes de su asignación y evaluaciones continuas de seguimiento con las familias de acogida.

La mayor crisis de desplazamiento infantil del mundo

El conflicto entre las Fuerzas Armadas de Sudán y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido ha forzado a más de 11,5 millones de personas a huir desde abril del año pasado, entre ellas unos 5 millones de niñas y niños, lo que convierte a Sudán en la mayor crisis de desplazamiento infantil del mundo, de acuerdo con la agencia de la ONU para la infancia, UNICEF.

Casi la mitad de los 3 millones de personas que han huido de Sudán a los países vecinos son niñas y niños, mientras que en el propio Chad, más del 60 por ciento de las 710.000 personas refugiadas que han escapado de la guerra son menores de 18 años.

En una rueda de prensa celebrada el viernes en Ginebra, la Directora de Relaciones Externas de ACNUR, Dominique Hyde, declaró que tan solo en octubre habían cruzado a Chad alrededor de 60.000 personas refugiadas sudanesas – niveles no vistos desde el comienzo de la crisis –, entre ellas un número cada vez mayor de niñas y niños con desnutrición.

La guerra en curso ha desencadenado una mezcla mortal de desplazamientos, enfermedades y hambre. La ONU estima que casi 4 millones de niñas y niños menores de cinco años sufrirán desnutrición aguda este año, de los cuales 730.000 corren el riesgo de sufrir desnutrición aguda grave.El conflicto también ha desencadenado una de las peores crisis educativas del mundo, con más del 90 por ciento de los 19 millones de niñas y niños en edad escolar del país sin acceso a educación formal.

“La población civil está pagando el precio más alto en este violento conflicto”, afirmó Hyde, quien visitó el país la semana pasada. “Un asombroso 71 por ciento de la población refugiada que llega a Chad afirma haber sobrevivido a violaciones de los derechos humanos en Sudán mientras huía. Los niveles de trauma son devastadores, con familias en estado de shock tras huir de los horrores, que siguen viviendo con miedo a pesar de encontrarse en relativa seguridad”.

Abdoulaye señaló que espera que en Chad todos los niños a los que cuida reciban la educación y las oportunidades que él nunca tuvo en Darfur. “No tuve la oportunidad de estudiar. Mi familia tenía muchos animales, así que crecí criando ganado”, comentó. “Quiero que todos mis hijos vayan a la escuela y construyan una vida mejor para sí mismos”.

Pero ése es un sueño para el futuro. Hoy le preocupa más de dónde vendrá su próxima comida, sobre todo ahora que Saleh y Maimouna forman parte de la familia extendida.

“Los niños vivirán con nosotros mientras yo viva; comerán lo que nosotros comamos”, afirmó Abdoulaye. “Estuve a punto de morir pero Alá me salvó la vida, le ruego que salve también a estos niños y les ayude a salir adelante”.

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