Juan David llegó a Bolivia junto a su madre, Iramar, y su familia. Sin redes de apoyo, comenzaron a buscar formas de subsistir. “Fue un poco difícil al inicio, porque llegamos en un momento crítico: en Bolivia había un paro de 21 días a nivel nacional”, recuerda Iramar. “Nos agarró el paro vendiendo bolos y fue un golpe duro, porque las ventas bajaron. Pero con perseverancia pudimos salir adelante y sobrevivimos”, complementa su hijo.
La adaptación al sistema educativo también fue un reto. “Hubo un comienzo muy duro… los profesores en un punto se estresaban porque yo los bombardeaba con preguntas porque no entendía y buscaba que ellos me explicaran”. Hasta que conoció a un profesor de matemáticas que lo ayudó. “Él abogó por mí, me dio los ánimos para seguir adelante”, destaca.
Durante sus primeros meses en la escuela, Juan David también tuvo que enfrentar ciertas barreras sociales. La percepción que algunos compañeros tenían sobre personas extranjeras dificultó su integración inicial. Sin embargo, con el tiempo, fue ganándose un lugar dentro del grupo. Al finalizar el bachillerato enfrentó una serie de obstáculos administrativos para poder obtener su título. Gracias al apoyo de la Fundación Munasim Kullakita, agencia socia de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, logró graduarse y tramitar su título de bachiller en 2024.
Además de los desafíos propios que implicó el desplazamiento y la llegada e integración a un nuevo país, Juan David convive con una discapacidad física que afecta principalmente sus piernas. Lejos de considerarlo un límite, ha aprendido a conocer su cuerpo y adaptarse a sus necesidades. “Yo soy de los que dice que gana el que mejor se adapte… Ya conozco mi cuerpo, sé cuáles son mis debilidades”, reflexiona. Para él, la clave está en la fortaleza mental: “Si uno está bien mentalmente no hay límites para hacer cualquier cosa y la verdad es que yo no me siento limitado a hacer cualquier cosa”.
Actualmente, Juan David estudia diseño y publicidad en un instituto técnico gracias a una beca del 100%. Y tiene un sueño: estudiar en la universidad. Su pasión por el diseño lo llevó a emprender. “Lo que me gusta del diseño es que siempre se busca comunicar… Me gusta mucho la simplicidad de las cosas…El poder comunicar a través de una imagen”, describe. En 2024, Juan David participó del proyecto “Fortalecimiento de la Integración Económica Local de personas forzadas a huir y apátridas en Bolivia” de la organización Conexión, otra de las agencias socias de ACNUR en el país.
El joven estudiante fue uno de los ganadores de capital semilla que le permitió adquirir una nueva computadora para impulsar su idea de trabajo en comunicación, diseño y administración de redes sociales. “Fue algo inesperado… mi mamá me dice: ‘oye mira Juan, ahí está la oportunidad…’ y bueno, intentarlo fue un proceso bastante emocionante… Pasé los filtros, las entrevistas y afortunadamente salí ganador”, relata.
Iramar, su madre, ha sido un pilar fundamental en su camino. “Juan siempre ha sido muy curioso, muy dedicado. Desde pequeño le gustaba aprender cosas nuevas. Cuando vimos la oportunidad de la beca y del emprendimiento, no lo dudamos. Él se lo merece”, dice ahora, orgullosa.
Juan David mira al futuro. Su visión es clara: “Mi sueño ahorita es echarle ganas al emprendimiento… proporcionar un buen servicio de calidad a mis futuros clientes… Entrar a la universidad, específicamente a la carrera de ingeniería en sistemas. Recaudar el suficiente dinero como para poder sustentarme aquí también, independizarme… y también seguir con otros tratamientos médicos”.
Desde la cálida Santa Cruz, Juan David sigue diseñando su propio camino, demostrando que los sueños pueden abrirse paso incluso en los contextos más difíciles.
En los últimos meses, los recortes de fondos al sector humanitario podrían traducirse en la suspensión de programas y apoyos clave de asistencia, soluciones duraderas, integración, formación e inserción laboral y acceso a la documentación, entre otras herramientas esenciales para reconstruir la vida de las personas forzadas a huir. Historias como la de Juan David, que hoy es un ejemplo de resiliencia y contribución, fueron posibles en parte gracias a ese apoyo.