El 23 de enero, Nadiia, de 70 años, yacía cómodamente en su cama, en el apartamento que compartía con su esposo, hija, nieta y bisnieta. De un momento a otro, el terror se apoderó de su vida y la cambió por completo.
Un ataque ruso contra la ciudad de Zaporizhzhia, al sureste de Ucrania, sacudió con misiles todo el vecindario en el que Nadiia vivía; murieron 50 civiles. Nadiia recuerda haber escuchado una gran explosión mientras estaba en la cama: “Luego, vi cómo una bola de fuera se hacía paso rompiendo los vidrios”.
Los vidrios rotos le cayeron encima; y los escombros que arrojó la explosión hirieron a su hija en la pierna mientras caminaba por el pasillo. Sin electricidad, cundió el pánico mientras la familia se apresuraba para salir. Los paramédicos no tardaron en llegar, pero, en medio del caos, el esposo de Nadiia no supo en qué ambulancia iba ella. Afortunadamente, la familia sobrevivió y se reencontró más tarde.
Meses después, Nadiia se sienta en el borde de la cama en la que estaba recostada aquella noche. La ventana que la bañó con vidrios rotos ahora está cubierta con un robusto panel de madera proporcionado por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y por sus socios poco después del ataque. Se trata de una pieza que hace parte del kit para albergues de emergencia que permitió que la familia, que permaneció en su hogar, se protegiera de las inclemencias del clima durante los meses del frío invierno.

Nadiia muestra, en su teléfono móvil, una fotografía de los daños que sufrió su apartamento tras el ataque con misiles que hubo en enero.
© ACNUR/Chadi Ouanes
Esta veloz respuesta fue posible con los fondos flexibles que brindan los donantes gubernamentales y del sector privado; se trata de un salvavidas recibido a principios de año mientras ACNUR Ucrania y otras operaciones de la organización en distintas partes del mundo esperan recibir las contribuciones que año con año hacen los donantes para financiar sus programas.
No han dado tregua ni la guerra en Ucrania ni las apremiantes necesidades humanitarias que ha generado. Las autoridades y comunidades locales no dejan de solicitar que ACNUR y sus socios brinden asistencia vital, como kits para albergues de emergencia, para que, luego de los ataques, las familias afectadas puedan sellar las ventanas rotas, las puertas dañadas y los agujeros que se han producido en muros y techos; esto facilita que permanezcan en sus hogares. Con los materiales proporcionados (lonas de plástico, paneles de madera, clavos, láminas plásticas y gomapluma), las personas pueden protegerse del frío, la lluvia y la nieve, así como impedir que sus casas se dañen aún más mientras se reparan.
“Era exactamente lo que necesitábamos en ese momento: paneles de madera, láminas plásticas y mantas, pero aquella sonrisa fue lo más importante. No se ve nada. No recuerdas nada o no sabes qué ocurrió. De pronto, ves una sonrisa. Eso quiere decir que sigues con vida, así que das las gracias por ello”, compartió Nadiia.
Cicatrices emocionales
Si bien los daños materiales que sufrió el apartamento de Nadiia pudieron repararse relativamente rápido, sus cicatrices emocionales tomarán más tiempo en sanar.
Luego del ataque, Nadiia recibió apoyo psicosocial de Proliska, una organización no gubernamental local que es socia de ACNUR; esto también hace parte de la respuesta de emergencia de la organización. Sin embargo, la invasión a gran escala de Rusia continúa, de manera que la población ucraniana sigue estando expuesta a mortíferos ataques, desplazamiento, separación familiar, ansiedad e incertidumbre. No es sencillo sanar por completo.
Cuando suenan las sirenas antiaéreas (en Zaporizhzhia, eso ocurre docenas de veces al día), Nadiia se pone en alerta y su pulso se acelera; mientras busca dónde guarecerse, está atenta al sonido de los misiles que se aproximan y se asoma por la ventana, temiendo que haya otra explosión.
Desde que comenzó la invasión rusa a gran escala de Ucrania, en febrero de 2022, ACNUR y sus socios han proporcionado materiales para la construcción de albergues de emergencia a más de 425.000 personas. Además, más de 273.000 personas afectadas por la guerra han recibido apoyo psicosocial, no solo después de los ataques, sino también luego de evacuar las zonas de guerra.
“Los ataques aéreos en Ucrania se han multiplicado el último año. La situación sigue siendo volátil, y nadie sabe dónde será el próximo ataque, así que debemos mantenernos alertas y responder en los momentos y los sitios en los que más se requiera”, precisó Karolina Lindholm Billing, Representante de ACNUR en Ucrania.
“Nuestra capacidad de responder con rapidez se debe al gran apoyo que recibimos de los donantes. Además, los fondos flexibles permiten que la respuesta sea predecible y eficiente cuando arranca el año, pues garantiza que la organización tenga la capacidad de brindar, de manera oportuna, la asistencia humanitaria que tanto se necesita”.
ACNUR recibe financiación flexible de estos generosos donantes: Alemania, Australia, Bélgica, Dinamarca, Irlanda, Noruega, Países Bajos, Reino Unido, República de Corea, Suecia y Suiza.