Bianka Rodríguez (26) estaba saliendo de un centro comercial en San Salvador cuando un hombre armado se le acercó y la forzó a entrar a un auto. Con ella adentro, conducía sin rumbo por la ciudad, haciéndole entender, por la lista de lugares que ella frecuentaba que le citó, que llevaba tiempo siguiéndola. Se le acercaba para olerle el pelo y revisarle el bolso. Incluso, llegó a decirle que la iba a matar. Al final, la soltó sana y salva. Pero para Bianka el incidente representó otra muestra aterradora de los riesgos que ella, como una mujer transgénero, corría en su país, El Salvador.

“Me tenía cautiva y estaba segura de que mi destino era terminar como una cifra más de las compañeras que han sido asesinadas”, reveló Bianka, que es presidenta y directora ejecutiva de COMCAVIS Trans. Por su labor a favor de las comunidades LGTBI y trans en El Salvador, la joven fue galardonada regional para las Américas del Premio Nansen para los Refugiados de ACNUR, un prestigioso premio anual que destaca la labor sobresaliente de individuos u organizaciones dedicadas a ayudar a personas que se han visto desplazadas a la fuerza de sus hogares o apátridas.

“Estaba segura de que mi destino era terminar como una cifra más de las compañeras que han sido asesinadas”.

El Salvador tiene uno de los índices de crimen violento más altos del mundo y es un país particularmente peligroso para las personas LGBTI. Se estima que por lo menos 14 personas trans fueron asesinadas el año pasado, sin que la justicia haya podido dar ninguna respuesta. Durante los seis primeros meses de 2019, COMCAVIS contabilizó 44 casos de personas trans que, a raíz de la violencia, han tenido que desplazarse internamente. A la vez, otras tantas tuvieron que buscar asilo fuera del país.

Más allá de la amenaza omnipresente de la violencia producida por las pandillas que dominan grandes extensiones del territorio, la comunidad trans de El Salvador también es víctima de la discriminación, y se enfrentan a obstáculos a la hora de buscar trabajo, acceder a la educación o a los servicios de salud. Esta falta de oportunidades tiende a llevarla al trabajo sexual.

“Vivimos una situación en la que la sociedad y el Estado nos discriminan”, dijo Bianka y agregó: “Lo único que nos queda es sobrevivir en un país que únicamente nos ofrece la negación de nuestros derechos”.

Una historia de resiliencia.

Bianka ha enfrentado muchos de los obstáculos que afligen a su comunidad. De pequeña, sufrió abuso de manos de su propia mamá, que no aceptaba que su hija fuera trans. Más tarde, la discriminación y el bullying la obligaron a abandonar sus sueños de obtener un título universitario. Desde que asumió la presidencia de COMCAVIS, la joven se convirtió en la cara pública de su comunidad.

Fundada en 2008, COMCAVIS Trans ha logrado traer más visibilidad y dignidad a la comunidad trans, creando redes de apoyo y recorriendo el país para educar a las personas sobre sus derechos fundamentales. La organización también es políticamente activa, apoyando legislación que fortalezca los derechos de las personas LGTBI y defendiendo a la población trans encarcelada. Pero estos esfuerzos también han traído problemas.

La fundadora y antigua presidente de COMCAVIS, Karla Avelar, tuvo que huir del país y pedir asilo en Europa a raíz de amenazas contra ella y su familia. Karla ya había atravesado una letanía de dificultades a lo largo de su vida. Como ex-trabajadora sexual, había sufrido la cárcel, fue violada en repetidas ocasiones, y baleada nueve veces. Pero cuando comenzaron las amenazas contra su familia, no tuvo más remedio que escapar al viejo continente.

La decisión de asumir el papel de Karla no fue nada fácil, admitió Bianka. Durante los días durante los cuales debatía si aceptaba o no la propuesta, se dormía llorando. Al final, cedió. Sobre todo porque quería garantizar que la organización que había jugado un papel fundamental en su propia vida, siguiera brindando ayuda a otras personas trans. “Quería tirar la toalla, pero sabía que las personas que se habían acercado a nuestra institución necesitan de nuestro apoyo”, confesó la activista.

“Vivimos una situación donde la sociedad y el Estado nos discriminan”.

Nacida en San Salvador en 1993, Bianka se acuerda de que tenía unos cinco años cuando se dio cuenta que se sentía prisionera en su propio cuerpo. Su papá, un arquitecto de formación cuyo hermano era gay, reconocía y respetaba la verdadera identidad de género de esa hija que había nacido en el cuerpo de un nene. Pero él murió cuando la joven tenía apenas seis años. Luego comenzaron los malos tratos de su madre, a quien le enfurecía sus gestos, según ella, femeninos. La golpeaba y la dejaba encerrada en un cuarto. De adolescente, Bianka huyó de su casa, y abandonó los estudios para trabajar en una panadería en la que también sufría abusos. Unos años más tarde, fue de su abuela materna, quien había terminado por aceptar su identidad.

Con el apoyo de su abuela, la activista pudo terminar la escuela secundaria y empezar la carrera de ingeniería agroindustrial. Pero sus compañeros le hacían bullying. Y un profesor le hizo la vida imposible. Le dijo que ella, como mujer trans, representaba un “afronto a sus principios”. Una vez más, dejó los estudios y se puso a buscar un trabajo. Pero ahí también, la discrepancia entre el nombre masculino en su documento de identidad y su aspecto físico (había dejado crecer su pelo y se maquillaba y usaba ropa femenina) hizo que nadie la tomara. Tras muchos rechazos, Bianka acudió a COMCAVIS, y la entonces presidenta, Karla, la incorporó a la organización como gerenta de comunicaciones.

Un profesor le dijo que ella, como mujer trans, representaba un “afronto a sus principios”.

“En El Salvador, las personas trans somos agredidas, extorsionadas y asesinadas”, opinó Venus Nolasco, una mujer trans que asistió a un evento organizado por COMCAVIS. Y añadió: “Bianka, como mujer trans, entiende todo lo que enfrentamos a diario. Es extremamente valiente y la admiro mucho”.

Galardón.

El Premio Nansen para los Refugiados lleva el nombre de Fridtjof Nansen, valiente explorador y filántropo noruego que sirvió como primer Alto Comisionado para los Refugiados, nombrado en 1921 por la Liga de las Naciones y recipiente del Premio Nobel de la Paz en 1922 por su trabajo humanitario. El objetivo del premio es mostrar, a través de la labor de los premiados, el valor de la perseverancia y el compromiso frente a la adversidad, tal y como era característico de Nansen.

El 2 de octubre se anunciará a la persona galardonada con el premio Nansen 2019, quien será presentada por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y recibirá el premio en una ceremonia en Ginebra, Suiza, que se celebrará el 7 de octubre.

Al respecto de este reconocimiento, Bianka fue determinante: “Este premio no lo veo como para mí. Sino para toda la comunidad trans de El Salvador y todas las personas que han recibido ayuda”.

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