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Mar 07

Han pasado años desde que un documento de identidad le fue negado a Tebogo Khoza; recientemente, un tribunal superior le restituyó sus derechos y avivó la esperanza de millones de personas sin documentación en Sudáfrica.

Han pasado años desde que un documento de identidad le fue negado a Tebogo Khoza; recientemente, un tribunal superior le restituyó sus derechos y avivó la esperanza de millones de personas sin documentación en Sudáfrica.

Como guardaparques en la provincia sudafricana de Limpopo, el conocimiento que Tebogo Khoza tiene con respecto a las tierras y su fauna es esencial para su seguridad y medios de vida. Mientras cuida de búfalos e impalas en la reserva en la que vive al pie de las montañas de Ysterberg, Khoza disfruta de un sentido de pertenencia del que ha sido privado gran parte de su vida.


Como guardaparques en la provincia sudafricana de Limpopo, el conocimiento que Tebogo Khoza tiene con respecto a las tierras y su fauna es esencial para su seguridad y medios de vida. Mientras cuida de búfalos e impalas en la reserva en la que vive al pie de las montañas de Ysterberg, Khoza disfruta de un sentido de pertenencia del que ha sido privado gran parte de su vida.

El año pasado, cuando Khoza tenía 25 años, el Ministerio del Interior de Sudáfrica por fin emitió su certificado de nacimiento; así concluye una lucha de diez años para lograr que se le reconozca como ciudadano de ese país.

Nacido en el Parque Nacional de Kruger, en la provincia de Mpumalanga, Khoza tenía alrededor de seis años cuando su madre, quien se había contagiado con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), viajó a Limpopo para ser tratada por un sangoma (es decir, un curandero tradicional). Pasaron semanas sin que Khoza tuviera noticias de su madre, así que fue con su abuela a la casa del sangoma, donde descubrió que su madre había muerto. “Estaba esperando a mi mamá para poder salir de casa”, recordó. “Pero ella jamás volvió”.

Khoza nunca supo quién es su padre y no quería volver a Mpumalanga sin su madre, por tanto, lo llevaron a un hogar infantil.

“No contaba con un certificado de nacimiento; tampoco sabía cuándo era mi cumpleaños. Cuando tenía trece o catorce años, fui al Ministerio del Interior para solicitar mi documentación. Fue así como descubrí que mi abuela tampoco tenía una identificación”, narró.

Secuelas del apartheid

En Sudáfrica es común que las personas mayores no cuenten con documentos de identidad, lo cual es resultado de las políticas de la época del apartheid, pues el registro civil y de nacimientos era obligatorio únicamente para la población blanca. En consecuencia, para la descendencia de las personas mayores que carecen de documentos de identidad es difícil acceder a ellos; así, se convierten en apátridas.

Cuando el Ministerio del Interior se presentó en la casa de la familia de Khoza para determinar su nacionalidad, la abuela y el tío del chico fueron arrestados: se dijo que eran de Esuatini (antes, Suazilandia) y, por tanto, debían ser deportados. “De hecho, me llevaron a la frontera con Esuatini, pero, por mis cicatrices de vacunación, los guardias fronterizos se dieron cuenta de que soy sudafricano”, contó.

A los 18 años, Khoza salió del hogar infantil para trabajar en una reserva de caza cercana, pero, considerando que no tenía papeles, estaba siempre temeroso de perder su empleo. Como es un deportista entusiasta, Khoza fue seleccionado para integrar el equipo local de rugby. Sin embargo, al no contar con una identificación, no le fue posible seguir avanzando en la liga de ese deporte. De cualquier forma, él siguió entrenando: corría hasta diez kilómetros diarios sobre el camino de tierra roja que lleva a Thabazimbi, un pueblo minero en la cercanía. Hacerlo le ayudaba a mantener la ansiedad a raya cuando todo apuntaba a que no recibiría documentos de identidad y, por tanto, empezó a perder la esperanza.

Más tarde, Khoza conoció a su novia, pero, como él era apátrida, su matrimonio no tendría validez oficial; luego, cuando la pareja tuvo un hijo, el apellido de Khoza no pudo ser incluido en el certificado de nacimiento del niño. Khoza sentía que era invisible para la ley.

Un caso que reaviva la esperanza

A millones de personas se les niega una nacionalidad en distintas partes del mundo. Como resultado, les resulta imposible ir a la escuela, recibir atención médica, conseguir un empleo, abrir una cuenta bancaria, adquirir propiedades y contraer matrimonio. El propósito de la campaña #IBelong de la ONU es acabar con la apatridia por medio de un plan de acción de diez puntos. La campaña concluye este año. Por ello, ACNUR creará la Alianza Mundial para Acabar con la Apatridia, una plataforma de múltiples partes interesadas en la que convergen gobiernos, agencias de la ONU, organizaciones regionales y de la sociedad civil, así como organizaciones lideradas por personas apátridas. Todos estos actores comparten el compromiso de acabar con la apatridia.

Lawyers for Human Rights, socio de ACNUR, llevó el caso de Khoza; el año pasado lo citaron a una audiencia en el Tribunal Superior de Pretoria. El juzgado concluyó que el Ministerio del Interior se mostró inflexible hostil cuando se negó a asistir a Khoza; asimismo, determinó que Khoza debía obtener un certificado de nacimiento y que su ciudadanía debía ser reconocida.

 

Tebogo charla con Lusungu Kanyama Phiri, oficial de protección de personas apátridas de ACNUR. © ACNUR/GR Pote

 

Esta resolución judicial esclarece, por primera vez en la historia del derecho sudafricano, la eficacia de la prueba que procede en casos de apatridia. El tribunal aceptó la recomendación de ACNUR en el sentido de que la persona solicitante y quien toma la decisión deben compartir la carga de la prueba para determinar si se tiene derecho a una identidad jurídica y a la ciudadanía; también en el sentido de que la eficacia probatoria debe ser baja debido a que las personas apátridas no cuentan con la documentación necesaria. Khoza espera que su caso avive la esperanza de otras personas en Sudáfrica, un país en el que, según el Banco Mundial, se estima que alrededor de 15,3 millones de personas no cuentan con documentos de identidad.

Para hacer frente a las secuelas de las políticas de la época del apartheid, el Ministerio del Interior ha adoptado un proceso en el que los nacimientos se registrarán un par de años después. Richard Sikakane, Director adjunto del área de Ciudadanía y Documentación de Viaje del Ministerio del Interior, comentó: “El Ministerio ha estado trabajando para que se registren más nacimientos y para actualizar las directrices que permitirán garantizar que las personas en situación vulnerabilidad no sean ignoradas”.

“Cuando recibí mi identificación, supe que todo iría bien en mi vida”, compartió Khoza. Sin embargo, la decisión le inspiró sentimientos encontrado: “Sin duda me siento feliz, pero también me siento molesto. Durante años he perdido muchas cosas por no contar con una identificación. Siento que mi vida podría haber sido distinta, pero ahora, por lo menos se me abren las puertas”.

Khoza y su pareja tienen planes de casarse y de añadir el apellido de él al certificado de nacimiento de su hijo. “Por experiencia propia sé lo importante que es que tanto la madre como el padre cuenten con un certificado de nacimiento. Quiero que las circunstancias de mi hijo sean distintas a las mías al crecer; además, no quiero que tenga que luchar por demostrar que en efecto existe”.

Al igual que su padre, Junior (6 años) es un corredor veloz que espera jugar rugby algún día con los Springboks, el equipo nacional sudafricano. Por primera vez en al menos tres generaciones, no contar con una nacionalidad no será un impedimento para este chico.

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