“Quiero ayudar a las personas que lo necesitan”. Esas son las palabras de Brukti*, una enfermera etíope desplazada al hacer referencia a su vocación, la cual ejerció durante cuatro años. Al igual que miles de personas, ella se vio obligada a dejar su aldea por el conflicto en Tigray en dirección a la localidad de Adwa. Hoy se encuentra en Mekelle, Etiopía, donde trabaja como voluntaria para su comunidad de acogida.

“Cuando escuché de los asesinatos, hui junto con mi hijo. Vimos cadáveres en algunas aldeas por las que pasamos”, recordó con dolor Brukti. Y continuó: “No podía comunicarme con mi esposo porque la red móvil no funcionaba, pero, después de todo, logramos reencontrarnos”.

En este contexto, y a raíz del conflicto en la región de Tigray, se estima que alrededor de 2 millones de personas han sido desplazadas forzosamente dentro de Etiopía a lo largo de los últimos ocho meses; cientos de miles de personas han encontrado protección en comunidades cercanas, mientras que otras se han albergado en lugares públicos abarrotados, como las escuelas.

Es en uno de estos sitios donde Brukti trabaja como voluntaria en un pequeño e improvisado centro de salud; junto a ella también se encuentra el médico principal del Buró Regional de Salud en Mekelle y un grupo de médicos de su comunidad local que se graduaron recientemente.

“De verdad nos ayudan, lo cual facilita que podamos atender más pacientes por día”, explicó el doctor Haile Haregot, uno de los médicos que brinda atención sanitaria de forma voluntaria. Y continuó: “También nos beneficia que hay distintas especialidades: algunas personas han recibido formación para tratar a víctimas de violencia sexual y de género, mientras que otras se especializan en la evaluación de niñas y niños que padecen desnutrición”.

“La población civil está sufriendo. La desnutrición está provocando muertes y, por mi profesión, no puedo solo observar y no hacer nada. Debo brindarles ayuda”, cerró el médico.

Actualmente, el centro de salud recibe entre veinte y treinta pacientes por día, muchas de las cuales llegan con tos y diarrea; no obstante, Brukti señala que no cuentan con las herramientas para el diagnóstico.

“Nuestra preocupación principal es la falta de medicamentos y de equipo médico”, comentó la enfermera, que también hizo hincapié en la escasez de recursos, alimentos, albergue y agua potable.

“La ayuda que hemos recibido de la comunidad ha sido inmensa: han compartido sus alimentos y nos han dado ropa. Sin embargo, conforme aumenta el número de personas desplazadas, ayudarnos es cada vez más difícil”, explicó por su parte Bekele*, líder de la comunidad local.

En este contexto, las personas desplazadas se han organizado y han elegido representantes para colaborar con las autoridades, con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados y con otras agencias socias que participan en las tareas de asistencia humanitaria.

ACNUR ha ampliado su respuesta en la región de Tigray en los últimos meses; ha distribuido elementos de primera necesidad como mantas, mosquiteros, lámparas solares, jabones y bidones de combustible a las personas desplazadas que se encuentran en distintos puntos de la región. Hasta el momento, más de 13.000 hogares han recibido artículos de este tipo.

A su vez, la Agencia de la ONU para los Refugiados creó ‘oficinas de protección’ en 38 puntos de Shire y Mekelle para que las personas desplazadas puedan tener acceso a información y servicios básicos, como así también plantear dudas e inquietudes al personal de ACNUR.

Sin embargo, los últimos episodios de violencia ocurridos en Etiopía han dificultado que ACNUR pueda brindar asistencia humanitaria; en este contexto, se ha reportado la complejidad a la hora de entrar o salir de la región, lo cual complica aún más el ingreso del personal de asistencia o el abastecimiento de suministros básicos.

*Se cambiaron los nombres por motivos de protección.

FUENTE: ACNUR.ORG

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