Lo primero que pensó Jin Davod al despertarse de su sueño antes del amanecer del 6 de febrero de 2023 fue que una bomba, como aquellas de las que ella y su familia habían escapado por poco en Siria nueve años antes, estaba a punto de caer sobre su edificio de apartamentos en Sanliurfa, al sur de Turquía. En cuestión de segundos, se dio cuenta de que no era una bomba, sino un terremoto, y que ella, sus padres y sus tres hermanos pequeños tenían que salir del edificio lo antes posible.
“Mi padre intentaba abrir la puerta, pero temblaba tanto que no podía girar la llave”, recuerda Jin. “Fueron segundos, pero me parecieron horas. Finalmente, cuando abrió la puerta, corrimos lo más rápido que pudimos”.
Descalzos y temblando con sus pijamas, la familia llegó hasta su auto, donde pasarían gran parte de los días siguientes esperando a que cesaran las réplicas.
Ese mismo día, Jin entró a las redes sociales y compartió el número de teléfono de Peace Therapist, la plataforma en línea que había diseñado, construido y lanzado un año antes para poner en contacto a personas refugiadas y ciudadanas turcas con servicios de salud mental en varios idiomas.
“Escribí que era gratis para todos los afectados por el terremoto”, explica.
En cuestión de horas recibió 200 solicitudes de apoyo, y en pocos días, varios miles. Las peticiones procedían tanto de personas refugiadas como de personas turcas traumatizadas por el fuerte terremoto de magnitud 7,8 y las miles de réplicas que le siguieron.
“Me impactó mucho el número, y también sentí la responsabilidad de hacer algo por estas personas”, recuerda Jin. “Así que me puse en contacto con nuestros psicólogos que trabajaban a distancia, y empezaron a hacer muchos cientos de horas de primeros auxilios psicológicos”.
Los terrores de la guerra
Era el tipo de apoyo que la propia Jin había necesitado tan desesperadamente cuando llegó a Sanliurfa con su familia siendo una joven de 16 años traumatizada en 2014.
Había pasado una infancia feliz en Raqqa, una ciudad al norte, donde su padre, Hasan, era un conocido dentista. Jin era una estudiante muy trabajadora, centrada en su objetivo de estudiar medicina y convertirse en médico. “Mi vida estaba planeada: a qué universidad iría, qué estudiaría, dónde me quedaría”.
El conflicto cambió todo eso, pero su familia no reconoció inmediatamente el peligro. “Empezaron los bombardeos y los combates, pero aún no comprendíamos que era la guerra y que debíamos irnos. Entonces llegó el ISIS y empezaron las cosas realmente malas”.
La casa de Jin estaba rodeada de edificios gubernamentales ocupados por los militantes, lo que convirtió al barrio en objetivo de los ataques aéreos. La familia se mantenía encerrada en su apartamento en un perpetuo estado de terror. “El ruido de los bombardeos era constante. No podía comer nada y no dormía porque en cuanto me acostaba, pensaba que no volvería a ver a mi familia”, cuenta Jin.
El día en que una bomba cayó en el jardín exterior de su edificio de apartamentos, volando una pared del dormitorio de Jin, la familia comprendió por fin que había llegado el momento de irse, pero tuvieron que esperar varios meses a que llegara el momento adecuado.
Cuando ese momento llegó una mañana temprano, huyeron de la ciudad en auto. Momentos después de llegar a Turquía, recibieron una llamada de un vecino que les comunicó que el edificio de su apartamento había sido destruido por una bomba. Jin no volvería al hogar en el que había crecido, y nunca conocería el destino de muchos de sus amigos y vecinos.
De superviviente de trauma a empresaria
En Sanliurfa, la familia se mudó a un apartamento alquilado que Jin no abandonó durante un año. “Me encontraba en un estado miserable”, confiesa. “Tenía estrés postraumático y pesadillas. No quería hacer nada; me quedaba viendo la pared”.
Aún no había aprendido turco y no conocía ningún servicio de consejería en su lengua materna.
Eventualmente, con el apoyo de sus padres, decidió reavivar su sueño de estudiar medicina. Pasó los dos años siguientes aprendiendo turco y estudiando para los exámenes de acceso al instituto y a la universidad, antes de que la aceptaran en la Universidad de Haran, no para estudiar medicina, sino su segunda opción, ingeniería informática.
Fue mientras asistía a dos campamentos de entrenamiento en su segundo año, uno sobre desarrollo de aplicaciones para Android y otro sobre emprendimiento, cuando se le ocurrió la idea de Peace Therapist. “En ese momento empecé a trabajar en ello; era como una esperanza para mí”, comparte. “Por todas las dificultades y experiencias que tuve, estaba segura de que otra persona en otro lugar las estaba teniendo”.
Elaboró un plan de negocio detallado y empezó a trabajar con desarrolladores de software y psicólogos para crear la plataforma. La empresa empezó a funcionar dos años después y ahora cuenta con una lista de 100 psicólogos que ofrecen sesiones de terapia en línea en turco, árabe, kurdo e inglés. Mientras que quienes pueden permitírselo pagan por las sesiones individuales o de grupo, las poblaciones vulnerables, como las refugiadas, pueden acceder a ellas de manera gratuita.
Reducir el estigma
De acuerdo con Suhail Ahmed, psicólogo sirio que trabaja con Peace Therapist desde hace un año, ofrecer terapia en línea aborda algunas de las barreras que impiden a las personas buscar ayuda para su salud mental.
“Esta plataforma garantiza la confidencialidad y eso reduce el estigma”, afirma. “Al hacerlo online, se sienten libres para hablar porque no hay juicios, pueden hablar incluso de temas tabú”.
Un problema común entre sus clientes sirios es el trauma relacionado con la crisis y el terremoto, pero también la ansiedad y la depresión relacionadas con su situación en Turquía.
Cuando un amigo le habló de Peace Therapist a Mahmut El Shekh, antiguo sastre de 63 años de Raqqa, se mostró escéptico, pero rellenó el formulario en línea y enseguida se puso en contacto con Suhail. “Cuando el señor Suhail me preguntó por mi problema, le dije que me sentía como si llevara 100 años solo”, recuerda Mahmut.
En Raqqa, había sido una persona sociable con muchos amigos. En Sanliurfa, incapaz de trabajar debido a una lesión cervical y afligido por los familiares que había perdido durante la guerra, se hundió en la depresión.
Las sesiones con Suhail se convirtieron en algo que esperaba con impaciencia. “Me escuchaba y me enviaba enlaces a libros sobre los que hablaríamos. También me animó a hacer algo de ejercicio y a volver a tocar música con mis amigos”.
Mahmut se siente ahora más capaz de gestionar su salud mental y de comprender por lo que pueden estar pasando los miembros de su familia. “Como pueblo árabe, no pensamos que los problemas mentales sean una enfermedad para la que se pueda pedir ayuda, pero eso es erróneo”.
“Sin Peace Therapist, quizá mi vida seguiría vacía”, señala, y añade que ahora se siente más esperanzado respecto al futuro.
Nacida de la guerra
Por su dedicación a brindar apoyo en materia de salud mental a personas refugiadas y otras supervivientes de traumas, Jin ha sido seleccionada como ganadora regional para Europa del Premio Nansen para los Refugiados de ACNUR 2024.
“La retroalimentación de nuestros pacientes es la mayor recompensa para mí, pero ganar este premio es muy significativo”, afirma. “Me da la motivación y el coraje para continuar este trabajo”.
Mientras prosigue la recuperación del terremoto en Türkiye en medio de una economía débil, la necesidad de los servicios de Peace Therapist no hace más que crecer. Jin planea ampliar el alcance de la plataforma contratando a más psicólogos y colaborando más con organizaciones humanitarias.
“Peace Therapy nació a causa de la guerra, así que nuestra misión es siempre construir la paz: paz interior y paz en el mundo”, subraya. “Todo empieza en nuestro interior”.